Columna


Las elecciones del próximo 30 de octubre no pueden limitarse a la decisión sobre quiénes se repartirán el presupuesto y la burocracia del distrito de Cartagena y la capacidad de hacer favores que incluyen violar la ley sin castigo. A eso nos hemos acostumbrado, pero hay que reaccionar y procurar cambiar.
Si bien hasta ahora no hemos logrado elegir un alcalde que, sin titubeos, podamos calificar de excelente, estamos obligados a mantener ese empeño. Y debemos exigirles a los candidatos pronunciamientos claros y tajantes sobre temas vitales para la ciudad, sin dejar que el proceso electoral se diluya en pronunciamientos vagos. Hay muchas cosas que inciden en la vida de los ciudadanos y que éstos pueden reclamar y exigir por la vía del voto.
Cada ciudadano tiene derecho a concebir su modelo de alcalde. Para mí tengo que lo principal es que sea un buen ciudadano, lo que implica ser veraz, honesto, trabajador y responsable. Para mí el mejor candidato será quien asuma compromisos precisos sobre su propia conducta.
La ciudad pierde si elige un alcalde que delega sus principales competencias, como la de contratar, para luego pretender exonerarse de responsabilidad ante los fracasos. Los graves problemas de Cartagena exigen un alcalde que esté de veras en la dirección de la administración de la ciudad, que asuma riesgos y tenga entereza para reconocer errores, fracasos y debilidades.
Necesitamos un alcalde que siempre diga la verdad, que dé ejemplo de exactitud en el cumplimiento de sus deberes como autoridad y como ciudadano. Un alcalde que cumpla citas y que siempre sea el primero en llegar a todos los actos en los que se programa su asistencia. El alcalde debe ser modelo como funcionario y modelo en el respeto al público.
Cartagena necesita un alcalde que asuma con carácter la tarea del saneamiento de la administración distrital, que acabe por ejemplo con el sistema de entregar a Edurbe la contratación para soslayar instancias legales, que vigile la marcha de los contratos y que rinda cuentas completas de su gestión. Es decir, un alcalde que entienda que rendir cuentas no es sólo una enumeración de autoelogios, sino también el relato de descalabros y frustraciones.
Un alcalde que tenga sentido de las prioridades, que sepa que la ciudad afronta graves limitaciones en infraestructura básica, que tiene a la vista amenazas graves en los servicios eléctrico y de acueducto, que está obligada a producir el traslado de Bazurto, que se necesitan nuevas vías, que el déficit de viviendas dignas es aturdidor y que la miseria y el delito campean en amplias zonas de Cartagena.
Un alcalde que se proponga ejercer la autoridad y que, lejos de convertir la alcaldía en la sede de la distribución de favores, tenga siempre presente el bien común, la igualdad de derechos de los habitantes de Cartagena, y que haga cumplir la ley en todos sus ámbitos.
No vamos a elegir un benefactor de sus amigos ni un hada generosa que reparta regalos ante las desgracias. Tampoco un simple relacionista público.
Los habitantes de Cartagena vivimos la necesidad de elegir un buen ciudadano que sea eficaz y serio gerente de la ciudad.
¿Existe candidato con esas cualidades?

*Abogado – Docente de la Universidad del Sinú – Cartagena

h.hernandez@hernandezypereira.com

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