El desconcierto no da tregua. Tras el atentado contra Fernando Londoño Hoyos, la detención de Sigifredo López.
A pesar de que los hechos que soportan las noticias se originaron en épocas y escenarios diferentes, tienen en común el protagonismo de las Farc. En efecto, en el caso de López la Fiscalía afirma su complicidad en el secuestro y posterior asesinato de los diputados del Valle del Cauca. Al exministro, según las hipótesis más creíbles, intentaron asesinarlo las Farc, que se aliaron con organizaciones que trafican drogas.
En suma las Farc volvieron a las portadas de los periódicos y revistas y son mencionadas por los periodistas cuando se refieren a la situación de los personajes que padecieron el atentado y la privación de la libertad. En pocos días recuperaron lo que habían perdido a partir de los golpes que les propinó el Ejército, pues si con la ocurrencia de esos eventos se les mencionó, no fue para destacar su predisposición para destruir o su capacidad para amedrentar, sino para enseñar el debilitamiento que las afectó tras la pérdida de sus santuarios y de quienes las rigieron bajo la leyenda de invencibilidad e inmortalidad.
Pero hoy la noticia es que, a través de la intimidación, volvieron a hacerse notar. Esta situación la aprovecha Uribe Vélez no para ofrecer un apoyo que conduzca a unificar las huestes que denuestan de la barbarie, sino para dividirlas, insistiendo en que el deterioro del orden público deviene de la complacencia con que hoy el Gobierno trata a la delincuencia, para la que se legisla en procura de abrirle espacios que la habiliten para prontamente acceder al poder. Es la misma tesis que impulsaba Fernando Londoño Hoyos cuando lo agredieron.
A pesar de que difiero de sus pregones, sobre todo de ese que le endilga a Santos omisiones y complacencias que posibilitan el regreso de la inseguridad y el afianzamiento del terrorismo, siempre reconocí que Fernando Londoño tiene méritos, no sólo por la claridad y ardor con que defiende la causa de quienes impulsan la política de tierra arrasada como única alternativa para pacificar el país, sino por la entereza de carácter con que asumió sus compromisos. Por eso no entiendo el trasfondo del atentado. Al fin de cuentas su vocería está dirigida a una minoría selecta: al conservatismo que se resiste al cambio, como, desde su perspectiva, parece que también es el deseo de las Farc.
En medio del forcejeo de los bandos que intentan evitar que se modifique el desorden que nos rige, aparece Sigifredo como secuestrador. Y nadie lo cree. Un hombre de derecha que se alía con la extrema izquierda para desaparecer un grupo de políticos, aunque su triunfo implique el sacrificio de ausentarse del mundo por siete años, es un argumento válido para la ficción, pero no para sobrevivir en la política, en donde se necesita gritar presente todos los días.
La ausencia desacredita. Asesinar a indefensos e impedir que las diferencias se acorten entre los que tienen con los que carecen también. Pero a nadie parece importarle. Persisten en defender con tozudez sus creencias. Por eso Uribe, Londoño y las Farc se empeñan en descarrilar las tentativas que se hacen para lograr el orden. En eso coinciden. Otro motivo de desconcierto.
*Abogado y profesor universitario.
noelatierra@hotmail.com
NOTICIAS RECOMENDADAS
Comentarios ()