Columna


El discurso

CARLOS VILLALBA BUSTILLO

04 de septiembre de 2011 12:00 AM

CARLOS VILLALBA BUSTILLO

04 de septiembre de 2011 12:00 AM

Es obvio que en la era de la tecnología los candidatos a elección popular cuelgan en sus páginas web sus programas de gobierno o, al menos, aquello que dicen que harán cuando el pueblo los unja y queden investidos de autoridad. Sin embargo, el elector raso, sin acceso a la tecnología, y el de mayor nivel, por pereza con la política como se hace ahora, no consultan esos documentos que para ellos son más señuelos electorales que compromisos políticos serios.
Si no fuera así, organizaciones como Funcicar, en alianza con los medios, no se hubieran interesado en planear debates con los aspirantes a la Alcaldía de Cartagena y la Gobernación de Bolívar. Lo que la gente denomina divulgar los discursos para que la opinión sepa a quiénes descoger. Los debates dan la medida del conocimiento que cada postulante tiene de los problemas de cada entidad territorial, sobre todo la utilización de los recursos y su vigilancia.
Infortunadamente, el discurso tiene un valor relativo, en particular cuando los contrapuntos se llevan a cabo en la recta final de la competencia. ¿Modificarán los debates del 22 de septiembre y el 18 de octubre la intención de voto que arrojó la última encuesta sobre los candidatos a la Alcaldía? ¿Tendrán prevalencia la información, la retórica, la inteligencia, los antecedentes académicos y la experiencia administrativa anterior sobre los factores que ahora determinan los resultados electorales, como por ejemplo el engrase de las maquinarias y la financiación de las campañas?
El caso de Campo Elías Terán Dix revivió en Cartagena los nexos entre periodismo y política, y rompió una tradición de carreras parejas entre los finalistas de las elecciones posteriores al año 2000. El de María del Socorro Bustamante, con un trabajo político de innegable persistencia, también sorprendió porque los sondeos la perfilaron bien al iniciarse el pugilato y ahora tiene una distancia notable de la primera opción. Se demuestra una vez más que en política dos y dos no son cuatro.
Las razones de Carolina Calderón para hacer los debates son válidas, pues los políticos deben saber que, además de los secretos y mañas de su oficio, tienen que asumir los retos de una democracia local divorciada, en la práctica, de las exigencias ciudadanas y del espíritu de las instituciones, y que requieren acoplarse para que la relación entre gobernantes y gobernados no sea la de los falaces que prometieron una cosa y no la cumplieron, y los engañados que ven sus impuestos dilapidados.
Mal que bien, en los cuatro años pasados Cartagena recobró un ritmo perdido, que no sólo necesita continuidad sino incremento para su desarrollo económico y urbano. No basta con tener transporte masivo, una refinería ampliada y un margen de empleo más ajustado a nuestra densidad de población. Es indispensable que la actitud transformadora siga abierta a más desarrollo del que vayamos consolidando, si queremos superar la miseria que rodea como una llaga resistente al huevo de oro del turismo internacional de que tanto nos ufanamos.
Todo lo que permita mejorar la conciencia cartagenera de su situación y sus posibilidades de cambio, es bienvenido, siempre que junto con las cifras de crecimiento y de inversión privada en la industria, el comercio y la construcción, haya buen gobierno.

*Columnista y profesor universitario

carvibus@yahoo.es

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