Columna


El don de la Paz

PADRE RAFAEL CASTILLO TORRES

02 de enero de 2011 12:00 AM

PADRE RAFAEL CASTILLO TORRES

02 de enero de 2011 12:00 AM

El Papa Benedicto XVI dijo ayer: “El mundo tiene necesidad de Dios. Tiene necesidad de valores éticos y espirituales, universales y compartidos, y la religión puede contribuir de manera preciosa a su búsqueda, para la construcción de un orden social justo y pacífico, nacional e internacional”.
Inaugurar, con estos sentimientos, el nuevo año en Colombia, es hacerlo con una mayor responsabilidad socioambiental, desde el reconocimiento de viejas confrontaciones, recordando a los secuestrados, sabiendo que algunos grupos se reconfiguraron y que la corrupción sigue.
¿Cómo construir la paz en un contexto tan adverso? Necesitamos superar el paradigma cuyo eje estructurador es la voluntad de poder-dominación, que sólo busca conquistar y cuyo eximio representante es Alejandro Magno. Este proyecto, y lo vemos en una de las dos Coreas, busca conquistar el mundo empezando por los vecinos, someter a pueblos y dominar la naturaleza. No reconoce límites: todo lo penetra, invadiendo inclusive el espacio sagrado de la vida. En él solo cuenta el ser humano en guerra contra la naturaleza y sus hermanos.
Mirando el avance histórico de este proyecto, vemos que en su desenfreno conquistador, sólo provocó la autodestrucción: construyó una máquina de muerte, capaz de destruirse a sí misma de muy diferentes formas –ése es su carácter suicida- y de dañar gran parte de la creación. La tragedia en Colombia es su reflejo fiel.
Esta voluntad de poder-dominación originó los ejércitos de ocupación, las guerras, algunas formas de gobierno que son una vergüenza, la modernidad técnico científica y a la mundialización. Sin frenos…; y en bajada ¿para donde nos lleva? No creo que sea al reino de la libertad, de los derechos, de la cooperación y del respeto. ¿Qué paz podemos esperar?
La paz sólo es posible como obra de la justicia. Ninguna sociedad tendrá futuro sobre una injusticia estructural e histórica, como la nuestra. Lo básico de la idea de la justicia es: para cada uno, según sus necesidades (físicas, psicológicas, culturales y espirituales), y de cada uno, según sus capacidades (físicas, intelectuales y morales). La justicia presupone la dignidad igual de todos y la búsqueda del bien común definido por el Papa Juan XXIII, en su encíclica Pacem in Terris, como “el conjunto de las condiciones de vida que permitan y favorezcan el desarrollo integral de la persona humana”.
Si no se reconstruyen las relaciones, más justas e incluyentes, seguiremos en guerra. La paz exige reparaciones históricas, y políticas compensatorias, y así debemos comprender la agenda legislativa impulsada en el Congreso, así como la audacia del ministro de Agricultura.
La paz se fundamenta en la naturaleza misma del ser humano. Si por un lado se da en él la voluntad de poder, también le habita la voluntad de convivir. Al lado de Alejandro Magno, dominador, está Francisco de Asís con el cuidado y el espíritu de hermandad universal.
El año nuevo será prospero si reconocemos que el ser humano puede ser solidario con sus semejantes haciéndolos amigos y hermanos. Nos queda una tarea: favorecer el paradigma del cuidado y mantener bajo severa vigilancia el de la conquista. Este es el criterio para que nuestro país convierta la crisis ambiental en oportunidad esperanzadora.

*Director del Programa de Desarrollo y Paz del Canal del Dique.

ramaca41@hotmail.com
 

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