Mientras nos vuelve el turno a los poetas, los economistas tienen el viento a su favor para gobernar y encauzar los derroteros de este país; vale decir, ponerlo a marchar conforme los preceptos, validados en la praxis social, de la ciencia de la Economía, cuyos tratamientos para los achaques que aquejan a la sociedad siempre resultan provechosos y saludables cuando su aplicación se hace de forma competente, oportuna y correcta.
Que sean “pastranistas”, conservadores o comunistas, es lo que menos debe importar de entre quienes ostentan el grado de economistas y fungen como ministros en el gobierno de Juan Manuel Santos. Y sí, que desplieguen todo su arsenal de teorías y conocimientos aplicables al manejo del Estado, al reparto equitativo de la riqueza y al incremento de los bienes de diferente naturaleza que contribuyan a mejorar la calidad de vida de la masa humana.
Si en trechos de su historia el país estuvo gobernado por gramáticos y literatos, Caro, Núñez Marroquín, Sanclemente, igual que por periodistas y escritores, Alberto Lleras Camargo, militares, abogados y hasta un cazador, a qué tanta pendejada porque la dirección y administración del Estado esté bajo la órbita de los economistas, si se trata de obtener resultados positivos y que desempeñen con competencia sus funciones.
Y hasta donde es apreciable, medible y cuantificable, el economista en jefe que dirige Colombia ha marcado puntos valiosos en su gestión, tanto en la política como en la económica, fiscal y social, variables todas que están tocadas por esa directriz que es la Economía, cuya naturaleza va mas allá del mercado, el dinero, el precio y la ganancia, la producción y el consumo y otros conceptos en ella involucrados.
Incluso, bajo el patronato de la ciencia de Adam Smith, bien podría la sociedad colombiana enderezar unos grados el torcido rumbo de aquellas variables que mayormente la afectan y la inclinan hacia el deterioro de la calidad de vida de su población: pobreza, desigualdad, inequidad, falta de oportunidades e inclusión, conceptos que vaciados en la horma de la política es muy probable que cuajen una nación menos excluyente y más colectiva en la distribución del bienestar y la riqueza.
Y en esa dirección, no creo que haya colombiano que se oponga a que sean los economistas quienes asuman el despeje de la ecuación y sus múltiples incógnitas con las formulas y teoremas que la Economía facilita, pero que los políticos hacen posible cuando son honrados, en sus saberes y haceres, y desarrollan una y otra en función del bien universal.
A menos, y es probable, que cuanto quiera significarse es que no hay milimetría partidista en los cargos reservados a los economistas y sólo a los “pastranistas”, colegas que fueron de Santos en aquel cuatrienio, se les dispensa el título de ministro de tal o cual cartera, en tanto a uribistas, liberales, verdes y morados, a la Unidad, se les margina e ignoran sus títulos, honores y pergaminos para ocupar tal o cual ministerio.
Entre tanto, que Dios y la Patria los premien si hacen bien su tarea los economistas. Y si no, él y ella demanden y cobren a tasa de usura su falta.
*Poeta
elversionista@yahoo.es
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