Columna


El matoneo o bullying

LIDIA CORCIONE CRESCINI

01 de mayo de 2012 12:00 AM

LIDIA CORCIONE CRESCINI

01 de mayo de 2012 12:00 AM

Recuerdo que en el bachillerato tenía unos kilos de más. Siempre fui señalada como gorda hasta mi graduación. Unas compañeras con cuerpos de barbies insistían en decirme “la gorda”, como si fuese un ser inmundo. Tal vez por ser aplicada y de temperamento fuerte no me dejé intimidar. Cuando a una se la montan, comienza la odisea en ese árido terreno de la supervivencia escolar. En todas mis experiencias como docente, analizo lo que es el ser humano desde pequeño: unos marcan su territorio, otros son líderes negativos, otros tienen azúcar, otros ejercen fuerza sobre el más débil. A los lectores o buenos estudiantes le dicen los nerds o ñoños y así sucesivamente. Me encuentro situaciones que me orientan a pensar: desde que nacemos, entramos en la lucha por mostrar el poder y arremetemos contra los que se dejan pisar y lo más grave es que a los niños de hoy les falta acompañamiento de los padres, más disciplina y menos condescendencia paterna, empezando por indagar en dónde están sus hijos de 12 a 18 años a las dos de la mañana, cuáles son sus amistades, qué programas de T.V miran y cuáles son sus andanzas.
A todos los hijos menores sin excepción se les debe seguir, hacer un permanente monitoreo en todos los aspectos y educarlos bajo el respeto hacia el otro, en cualquier circunstancia. Quizás muchos digan que no les queda tiempo porque están ocupados en el trabajo y si no lo hacen no tienen dinero para darles toda la tecnología existente y que vivan con todas las comodidades. Todo eso es posible, pero nada justifica la ausencia de padres que es la mayor problemática en estos momentos.
En un colegio que trabajé hace diez años di las instrucciones a los estudiantes para que escribieran un cuento y sorpresivamente uno me marcó: una estudiante de 15 años narraba sus deseos de no querer seguir viviendo y hasta intentó suicidarse. Tres estudiantes la maltrataban verbalmente porque era pequeña, gorda y fea. En unas vacaciones decidió no alimentarse más, se convirtió en anoréxica y aún así, la seguían lastimando. Manuela, otra joven, excelente alumna, hermosa, tenía orejas grandes, las tapaba con su cabellera escondiendo medio rostro, y un compañero la tenía al rojo vivo. A pesar de las charlas y reflexiones, Carlos no dejaba de atosigarla. La rectora tuvo que acudir al Ministerio de Educación para que nos respaldara en caso de que el joven continuara con este atropello.
Los docentes deben estar muy atentos a las conductas de los niños y jóvenes y cuando se percaten del hecho, acudir inmediatamente a los padres, que deberán estar abiertos a aceptar que su hijo está cometiendo actos graves y no buscar excusas para justificarlo.
Si abogamos por la educación integral para formar seres útiles en una sociedad como personas de bien y el índice de maltratos y muertes desafortunadas de niños involucrados en esta crueldad se está dando en los colegios y si a esto no se le pone talanquera, en un futuro nos estaremos enfrentando a más corrupción, violencia, guerras y muertes sinsentido.
Hasta los niños se están destruyendo. Los colegios no pueden ser lugares para atentar contra la integridad física y moral de los condiscipulos.

*Escritora

licorcione@gmail.com
www.lidiacorcione.blogspot.com

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