Columna


El Mercado Cultural del Caribe

NADIA CELIS SALGADO

29 de noviembre de 2010 12:00 AM

NADIA CELIS SALGADO

29 de noviembre de 2010 12:00 AM

“El sonido del tambor es el latido del mundo”. Cito la metáfora de una amiga escritora para explicar una certeza intuitiva: que la sonoridad es sangre vivificando esta cultura. El Caribe palpita en clave.
El Mercado Cultural del Caribe procura dignificar la labor de quienes hacen latir y mover este organismo: músicos, bailarines, artistas, solucionando problemas de circulación que, pese a la riqueza de su expresividad, mantienen a su mayoría en la pobreza material.
Desde los juglares de nuestra ruralía hasta figuras consagradas de la escena nacional, el Mercado ha reunido en sus tres versiones cerca de 2000 artistas y representantes de festivales, disqueras y emisoras de Colombia y el mundo, ávidos de conocer nuestra extraordinaria oferta cultural. Tradición, jazz, rock, fusión, todo cabe. Por su escuela han pasado, entre otros, Las Alegres ambulancias, Totó y Systema Solar.
Pese a la urgencia y estatura de su labor, el Mercado caribeño se hace con las uñas (afiladas, eso sí) de voluntarios apasionados, y algunas entidades colaboradoras, liderados por la Corporación Cabildo. No habría otra forma en una sociedad que cree que la cultura es entretenimiento o “amor al arte”.
He allí la frustrante ironía de una sociedad que ha hecho de su multiculturalismo icono de su supervivencia a nivel nacional e internacional. Nuestros artistas han sacado la cara por este país, lavándosela—en el imaginario global y en la práctica de los locales –de las huellas de la violencia, la guerra y la marginación social. Sin embargo, glorias de nuestra música tradicional viven de vender gafas en la playa y recoger arena para la construcción. Ni hablar de los talentos que cantan en los buses o bailan en las plazas por monedas.
Se trata, por eso, de profesionalizar a nuestros grupos, darles herramientas y un espacio para promocionarse; que lo que saben hacer les dé de comer, pague los estudios de sus hijos y un techo digno para levantarse a crear con gusto la belleza y alegría que nos nutre el alma a los demás. El Mercado es, de hecho, una escuela, alimentada por laboratorios de emprendimiento donde los artistas aprenden a pensar en sí mismos como empresa. Es, además, un órgano de reflexión sobre la utilidad de nuestra cultura, su papel en el mundo global y, sobre todo, las estrategias necesarias para mantenerla latiendo.
Aunque no es un Festival, es tremenda fiesta. Una fiesta para la ciudad, de esas de barrio en las que se amanece bailando y se empalma con el día siguiente, al ritmo de la mejor música y con las puertas abiertas. Además de sus ruedas de negocios, ferias de productos y servicios, talleres de música y emprendimiento y conversatorios con los artistas en bibliotecas públicas—todos gratis y abiertos al público, el Mercado pone a más de 30 grupos en concierto: en la Casa de Cooperación española, en la Plaza de la Proclamación, y en el Baluarte de Santa Catalina y San Lucas (sobre las bóvedas). Va del 2 al 6 de diciembre y el programa lo encuentran en www.mercadoculturaldelcaribe.com
Al que quiera más…; le recomiendo llevar a sus niños al patio de la Casa de cooperación española al concierto infantil de las 5 pm del domingo; para ver y aprender de la semilla, y flor, de nuestros pequeños grandes artistas.

*Profesora e investigadora

nadia.celis@gmail.com
 

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