Columna


El naipe clave

CARLOS VILLALBA BUSTILLO

01 de abril de 2012 12:00 AM

CARLOS VILLALBA BUSTILLO

01 de abril de 2012 12:00 AM

El senador Roy Barreras, turista de todos los partidos y “covero” prominente de todos los gobiernos, agregó a un proyecto del cual es ponente en el Senado un artículo que facilitaría, a juicio del congresista Miguel Gómez Martínez, un reparto de indultos y amnistías a las Farc y el Eln. Este conspicuo vocero del partido de la U sostiene que, de aprobarse esa norma prohijada por el Gobierno, tendríamos ahora una Ley de Victimarios.
¿Hubo contactos entre Gobierno y Farc para intentar un nuevo proceso de paz en condiciones distintas de las que pactaron los ex presidentes Belisario Betancur y Andrés Pastrana? ¿Tendrá que ver la llegada del clorofílico Lucho Garzón, como alto consejero de Santos, con algo definido ya sobre posibles nuevos diálogos entre representantes del Estado y negociadores de la oposición armada?
De conformidad con la perspectiva del doctor Gómez Martínez, la intención es repetir el sainete del Caguán. Pero desde otra perspectiva, sin imitar el sainete del Caguán ni aquel también célebre del bloque Cacica Gaitana, diferente sería el rumbo de los hechos si las Farc buscaron los contactos por estar diezmadas después de los golpes que les infligió Uribe y de las muertes de Jojoy, Cano y 69 combatientes con sus jefes en los últimos operativos. De ser así, carecerán de ventajas para imponer agenda.
Cuando un grupo insurgente se sienta a una mesa de negociaciones diezmado militarmente, su contraparte revestida de legitimidad recobra dominio sobre el tablero político. Lo que no sabemos es cuán apachurradas andan, luego de los ocho años de golpes de Uribe y de los dos de Santos, como para que no vuelvan a mofarse del país. ¿Lo sabe Santos? ¿O hemos vivido diez años de mentiras y farsas?
Las Farc y el Eln son los pastorcitos mentirosos del último medio siglo de historia, y el Gobierno del ex ministro de Defensa que las arrinconó no les abrirá las compuertas otra vez para sacar cocaína y meter armas. ¿Rectificarán y cambiarán la mentira por la seriedad política? ¿Habría influido en su actitud la próxima colaboración de los militares estadounidenses con la Fuerza de Tarea Conjunta, su verdugo de probada eficacia?
Ahora bien: ¿qué tan desplatadas están las Farc para poner en reposo las armas y echar mano de la sensatez? ¿La seguridad democrática les tapó los corredores por donde salía la droga y entraba la plata? ¿Las armas incautadas las tienen fallas de material de guerra? ¿Era mentira que tuvieran un helicóptero artillado? ¿Se aburrieron de tanta selva y poco mundo? ¿Se convencieron de que la seducción del poder rezagó su conquista a través del plomo?
No tendrá el Presidente Santos un desafío más obligante, si saca la llave del bolsillo, que el de demostrar, sin las liberalidades de Pastrana y sin la intransigencia de Uribe, que puede desmontar una guerra que no daba trazas de cesar ni con las armas ni con el entendimiento.
Si las Farc están diezmadas militarmente y menos aviadas económicamente, y el Gobierno tiene pruebas de que es cierto, otro proceso de paz podría ser viable y propicio para un final cercano del largo y sangriento conflicto. Por consiguiente, Santos sabrá, en la soledad del poder, cuándo, cómo y para qué suelta el naipe de la solución negociada.

Columnista

carvibus@yahoo.es

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