Columna


El nuevo oficio

MARIO MENDOZA OROZCO

24 de abril de 2011 12:00 AM

MARIO MENDOZA OROZCO

24 de abril de 2011 12:00 AM

La degradación del ejercicio de la medicina en Colombia ha requerido esfuerzos por parte de legisladores, gerentes, economistas y oficinistas varios. Y además, de la injerencia directa de la plutocracia en el diseño de políticas de Estado que, con el sofisma de la atención universal en salud, poco a poco socavaron los pilares de nuestro noble oficio: la vocación, la ética, la excelencia y el humanismo.
El panorama de la medicina es lastimero. No sólo nos sacaron de los cargos donde se decide, sino que acabaron con el Ministerio de Salud. Algunas universidades, privadas y públicas, producen egresados mediocres, que muy rápido se convierten en mano de obra barata, respetuosa del statu quo y temerosa de las represalias económicas. Se ven obligados a ejercer el triste oficio de atender “clientes” en los escasos cinco o diez minutos restantes luego de llenar tediosos formularios que nada tienen que ver con el acto médico. Representan, quizás sin saberlo, caricaturas del antiguo médico, creadas para mitigar las quejas de una muchedumbre de enfermos a los que el sistema dificulta el acceso a los procedimientos diagnósticos y terapéuticos, que padecen la burla cruel de los trámites redundantes y la espera dilatada en urgencia, angustia y sufrimiento.
También sufren los hospitales públicos y privados, enfermeras, laboratorios clínicos, paramédicos en general: la maquinaria inicua no se contenta con maltratar a los pacientes, sino también a quienes los atendemos. La demora en pagar nuestros honorarios o salarios es casi constante. Ya hoy es posible leer en el periódico la queja desesperada de la esposa de un colega a quien adeudan meses de sueldo, agobiada por necesidades pecuniarias sin tregua.
Los invito a imaginar un futuro donde se practique un nuevo oficio, diferente al descrito. Imagino a un joven profesional motivado, competente, con vocación de progreso, con formación ética y humanística, que no tenga que resignarse a la pobreza ni a la mediocridad. Que esté protegido por un Estado justo, que lo estimule y lo valore. Que pueda educar bien a sus hijos y llevar una vida normal, sin sobresaltos ni angustias financieras. Que reciba honorarios o salarios justos y puntuales, de acuerdo con su dignidad profesional y con el esfuerzo continuo que cuesta su formación. Quiero imaginar que ese nuevo oficio consista en ejercer la medicina sin ninguna presión diferente a la que naturalmente sentimos por llegar a un diagnóstico y planear un tratamiento que cure la enfermedad o mitigue sus consecuencias, o al menos alivie el sufrimiento. Un oficio sin ocuparnos de asuntos extraños a nuestra profesión y con la tranquilidad para conocer al paciente y establecer con él una relación de confianza y respeto mutuo.
Todos los médicos en ejercicio, estudiantes, recién graduados, pero en especial los docentes, deberíamos prepararnos para luchar por esta bella utopía: recuperar la dignidad del médico y del paciente para usarlos como una égida que resguarde el verdadero sentido de la Medicina. Y que nuestras armas sean la idoneidad, la ética y la vocación de excelencia. Las circunstancias nos lo exigen y el futuro no espera menos de nosotros.

mmo@costa.net.co

(Extractado del discurso que será pronunciado en el XXII Congreso Regional de Medicina Interna, Cartagena, abril 29 de 2011).

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