Columna


El ocaso de la industria nacional

MAURICIO CABRERA GALVIS

08 de mayo de 2011 12:00 AM

MAURICIO CABRERA GALVIS

08 de mayo de 2011 12:00 AM

Desde las épocas de Florentino González, hacia 1850, Colombia debate si debe estimular y defender la producción nacional de bienes manufacturados, o importarlos de donde son más baratos y a veces, mejores.

En el siglo XIX esa pelea la perdieron, y con sangre, los artesanos colombianos que empezaban a desarrollar una base industrial mínima frente al librecambismo que entregó nuestro mercado nacional incipiente a los productos ingleses. Por la misma época, los Estados Unidos imponían barreras proteccionistas para proteger su industria, desarrollada con tecnología robada a los ingleses sin respetar la propiedad intelectual.
Con el colapso de los mercados mundiales en la Gran Depresión de los años 30 del siglo pasado y luego la II Guerra Mundial, en Colombia se impulsó la industria nacional, más tarde fue reforzada por el modelo cepalino de sustitución de importaciones para industrializar el país, consolidar cadenas productivas e impulsar la demanda interna. Luego, desde mediados de los 60, se combinó este modelo con la promoción de exportaciones no tradicionales, para ampliar la base productiva. Generar empleo fue siempre un objetivo esencial del modelo.
Varios países siguieron el modelo de la industrialización con gran éxito, siendo Corea y Brasil los ejemplos sobresalientes. Como lo señala ANIF, Colombia fracasó y desde la apertura hacia adentro de los años 90 se orientó hacia la exportación de bienes primarios (commodities): petróleo, carbón y más recientemente, otros minerales. Este modelo también muestra casos exitosos como Perú y Chile, pero en Colombia tampoco dio resultados, sobre todo en reducir el desempleo y la pobreza.
En el país se debilitó el sector industrial. ANIF lo resume así: “el proceso de desindustrialización que hemos ido constatando a lo largo de las décadas, cuando la participación dentro del PIB de la industria ha ido cayendo un 22% en los años setenta, un 18% en los ochenta y actualmente tan sólo llega al 12%-14%. El problema no ha sido sólo de participaciones, sino también de dinámicas. El sector industrial creció a ritmos del 6,5% en los años setenta, un 2,73% en los años noventa, y ha promediado tan sólo un 2,9% real anual durante la última década.”
Lo más grave de esta tendencia es que el poco crecimiento industrial no creó empleo, sino destruyó puestos de trabajo. El DANE muestra que entre 1990 y 2010 la producción industrial creció 51% (un mísero 2% anual), pero el número de personas empleadas en la industria ¡cayó 30%!
La nueva oleada de apertura hacia adentro que producirán los TLC con países industrializados, reforzará el ocaso de la industria nacional, sobretodo en un contexto de enfermedad holandesa por el dólar barato que incentiva aún más las importaciones. Por ejemplo, el TLC con Corea será la estocada final para la industria automotriz y de autopartes, y abortará los intentos de desarrollar nuevos sectores de tecnología avanzada como las telecomunicaciones.
Dos de las locomotoras del Plan de Desarrollo apuntan a contrarrestar esta tendencia mejorando las condiciones de competitividad de la industria: la construcción de infraestructura y el impulso a la innovación. Son estrategias acertadas, pero ojalá que cuando arranquen no sea demasiado tarde, porque entonces sólo servirán para transportar los ataúdes de la otrora pujante industria colombiana y de sus trabajadores.

macabrera99@hotmail.com
 

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