Columna


El ojo morado

ALBERTO ABELLO VIVES

02 de junio de 2012 12:00 AM

ALBERTO ABELLO VIVES

02 de junio de 2012 12:00 AM

La edición cincuenta y dos de la revista española Esquire de mayo pasado que ha sido titulada Enemigos íntimos trae en la carátula la fotografía de aquel García Márquez golpeado por Vargas Llosa. Una vez más, el trillado incidente estrictamente personal de hace décadas entre los dos monstruos de la literatura latinoamericana sale a la palestra con un close-up del ojo izquierdo morado de Gabo para mover con morbo en un nuevo artificio mediático las ventas, sin darle oportunidad a los protagonistas de manifestar el perdón o el olvido (¿por qué no?) y poner así punto final a un hecho entre dos seres humanos que sólo debe interesarles a ellos.
Esa publicación sucede, cuando precisamente Vargas Llosa ha dado un nuevo golpe, esta vez con su más reciente título luego del Nobel, La civilización del espectáculo, pero eso no parece mover a los medios interesados en frivolidades, tal vez porque hay que leer doscientas veintiséis páginas, demasiadas para el ágil periodismo del espectáculo que el escritor incluye en su crítica. Un ensayo sobre la cultura que bien podría haber convertido, con la maestría que lo caracteriza, en la ficción de la diatriba de un aristócrata anticuado incapaz de comprender el palpitar de la cultura contemporánea. Es el mismo Vargas Llosa quien con este ensayo pareciera asumir el papel del desconsolado personaje de El Gatopardo, don Fabrizio Corbera, príncipe de Salinas, quien se lamenta del final de una época y el comienzo de otra a la que no pertenece y mucho menos comprende. En este caso es la visión de cultura de su clase social y del tiempo de sus abuelos la que ha desaparecido. Y Vargas Llosa no comprende, ni intenta hacerlo, la vitalidad cultural del momento en la que se han roto todos los moldes: conceptuales, estéticos y sociales.
La voz que narra el ensayo sale en defensa de lo que el perturbado personaje insiste en llamar alta cultura, mientras ataca la democratización y la masificación de la cultura, incluida la literatura. Se muestra conturbado con el papel de la educación como transmisora de culturas porque la cultura no puede ser para todos. Eso que los museos permitan a millones de seres humanos y turistas apreciar el patrimonio histórico y cultural de las naciones y encontrar allí su memoria le irrita.
Tiene Vargas Llosa en su cabeza una idea de cultura superada por el rico debate y los prolíficos aportes de las ciencias sociales durante más de cuarenta años. Le gusta más esa cultura que separa, segrega, establece jerarquías y distancia a caprichosos portadores encumbrados por su cúmulo de información del resto de la sociedad. Su cultura es la de las letras y las artes para las elites. El ensayo es un puñetazo más, y los moretones que produce con este golpe fuerte a artistas e intelectuales contemporáneos -que desprecia- parecen más otra pieza de esa civilización del espectáculo que tanto critica.
 
*Profesor universitario
 
albertoabellovives@gmail.com

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