Columna


El país de las mujeres

MIGUEL YANCES PEÑA

28 de marzo de 2011 12:00 AM

MIGUEL YANCES PEÑA

28 de marzo de 2011 12:00 AM

Una nube de humo que exhala del volcán Mitre en un pequeño e hipotético país latinoamericano, Faguas, hace que los hombres pierdan testosterona e interés por el poder, y se vuelvan mansos, apocados; y las mujeres que se habían organizado en el PIE (Partido de la Izquierda Erótica) se toman el poder.
Nos hemos pasado demasiado tiempo arrepintiéndonos de ser mujeres, y tratando demostrar que no lo somos, como si serlo no fuera nuestra principal fuerza, decían para conquistar el voto de sus congéneres.
Como tenían bien claro que los hombres sabían mas de gobierno, y que les sería difícil resistirse a su don de mando y a su racionalidad, y no las dejarían decidir a ellas, decidieron retirarlos a todos y mandarlos a que cuidaran del hogar, con 6 meses de salario que entregaron a sus esposas, que habían demostrado ser mas ahorrativas en el manejo del hogar.
Se constituye así un país donde sólo trabajaban y mandaban las mujeres. Bueno, eso de mandar siempre lo han hecho, pero en Faguas, ahora, además daban la cara.
Todo se volvió femenino, hasta lo que es de género neutro. Los rangos miliares, y todos los cargos públicos y privados, pasaron de su denominación masculina, a la femenina: eran presidentas, ministras, gerentas, generalas, soldadas, gobernadoras, alcaldesas, concejalas, y así. Lo que le faltaba a este país, que nos volviéramos locos, decían los hombres. Que pasáramos de la corrupción a la locura.
A partir de esta, ya no tan inverosímil y cada vez más cercana situación, se desarrolla la tragicomedia de Gioconda Belli que titula esta columna, y que convierte la acción de expedir leyes, decretos, y normas, en un asunto de pálpitos, emociones y pasiones. Pensaron en vender las armas, a las que llamaban chatarra de hierros viejos.
No obstante hicieron algunas cosas buenas: a los violadores les tatuaban una “V” grande en la frente, y los exhibían públicamente en jaulas, como animales (estuvieron a punto de ser castrados, lo que habría sido mejor, si no fuera porque se sabe que algunas mujeres los acusan por venganza); a los barrios que estuvieran bonitos y limpios, les regalaban los servicios públicos; crearon lo que aquí conocemos como “madres comunitarias” único trabajo remunerado que podían desempeñar los hombres, pero que aún así, mantenía su denominación femenina.
Algunas mujeres se oponían, decían que los hombres se iban a volver “locas” metidos en la casa y desempeñando labores femeninas, y que peligraba la supervivencia de la especie, pero eran minorías.
En fin, es un libro que así como divertido, despierta profundas reflexiones.
Yo no dudo, por ejemplo, que las mujeres nos superan en muchas cosas: biológicamente son más fuertes (todos sus cromosomas están duplicados); psicológicamente también (aunque lagrimeen mas); mueren más tarde y se pensionan primero; pueden concebir; son protegidas por la sociedad y manejan el poder, sólo que con armas “naturales” mucho más eficaces que la fuerza, el dinero, el conocimiento y la razón. Qué torpe sería renunciar a ellas para utilizar las “imperfectas” que se han inventado los hombres.
Conocemos la intimidad de los que se las dan de santos, decían las del PIE para darse fuerza cuando los hombres recuperaban sus niveles de testosterona y sentían desfallecer.

*Ing. Electrónico, MBA, pensionado Electricaribe

myances@msn.com

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