Columna


El Palomar

CARLOS VILLALBA BUSTILLO

29 de enero de 2012 12:00 AM

CARLOS VILLALBA BUSTILLO

29 de enero de 2012 12:00 AM

En su información de anteayer sobre el carrusel de las pensiones en el Consejo Superior de la Judicatura, El Tiempo dijo que en una decisión sin antecedentes la Contraloría General de la República había iniciado un juicio fiscal contra veintiún magistrados de aquella corporación, porque se calcula en $13.000 millones la lesión infligida al patrimonio público con una ristra de designaciones en encargo.Lo que no tiene antecedentes es el horror que los magistrados de ese Consejo –17 de la Sala Disciplinaria y 4 de la Administrativa– perpetraron para favorecer ahijados políticos de los congresistas, y parientes y amigotes suyos, creyendo que el palomar que se inventaron no tendría doliente distinto de la Comisión de Acusación de la Cámara de Representantes. Hagamos un poquitín de memoria y recordemos quién fue el presidente que elaboró las ternas con base en las cuales el Congreso eligió a los depredadores que urdieron la burda maroma.
A juicio nuestro, lo ocurrido es suficiente para que el Gobierno retire el proyecto de reforma judicial y piense mejor lo que quiere hacer, pues las millonarias palomitas las echó a volar, precisamente, la Sala que más fortalecida saldrá con el texto que pasó a segunda vuelta. Como sus hermanas mensajeras, las aves de esta orgía pensional bajaron del palomar con una mesada que subió de cinco a trece millones de pesos.
Es justo reconocerle a la Sala Administrativa actual la denuncia del palomar y las decisiones que reversaron otros guisos de sus compañeros y verdugos: el de los mil empleos, por ejemplo. El magistrado Correa, con el respaldo de su Sala, ha sido claro, directo y corajudo cada vez que habla y asolea los hechurones. Lo mínimo para que el país comprenda que la solución de los problemas de la Rama Judicial no está en cambiar normas, sino en la urgencia de nombrar magistrados y jueces con calidad.
Lo sucedido era para que los magistrados comprometidos en ese affaire renunciaran. Pero hoy hay más desvergüenza que principios. El día que el general Rojas Pinilla, por hacer una frase, dijo aquí en Cartagena que los magistrados debían estar en las cárceles y los presos en los tribunales, la Corte Suprema de Justicia y el Consejo de Estado de la época renunciaron en pleno. Dignidad ante todo. De unos años para acá ha habido hasta episodios funambulescos con la marroquinería y la relojería. Sin embargo, los honorables magistrados siguieron tan campantes, como Johnny Walker, orgullosos de su propio e irreparable daño, y con botines de cabritilla en los pies y relojes de oro en el pulso.
¿Saldrán con bien los implicados –la patota de los 21– de esta manifestación de desamor con el Erario?
El Garzón es un ave de la especie de las garzas reales, con alas negras, collar rojo y pico largo. Merced a esta última característica, la magistrada Julia Emma Garzón podría convencer a la contralora de que actuó correctamente cuando posó en el palomar a sus dieciséis recomendados. Dicen los que la conocen que ella es más fuerte que sus miedos. Pero, ¿cederá doña Sandra?
Sí, en caso de que Henry Villarraga, que se contempla delante de su propia efigie para ver si prorroga en bronce su figura, use su arsenal de acrobacias leguleyas.

*Columnista

carvibus@yahoo.es

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