Columna


El papá de los picoteros

CARLOS DÍAZ ACEVEDO

16 de mayo de 2012 12:00 AM

CARLOS DÍAZ ACEVEDO

16 de mayo de 2012 12:00 AM

La relación del gobierno local, del alcalde de Cartagena con los picoteros se me parece mucho a la de un papá con sus hijos en cuanto a dar permiso. Un día les dice que pueden hacer los bailes de picós hasta las tres de la madrugada los viernes y sábados y hasta la una de la mañana los domingos. Que cuadrará con ellos dónde se podrán hacer los bailes, que los quiere mucho, que no tiene nada contra ellos y son sus aliados. Que los quiere tanto que en las próximas Fiestas de la Independencia cada reina popular estará acompañada por un picó.
Otro día les sigue diciendo que no tiene nada contra ellos, pero que están castigados por portarse mal, que durante dos meses tienen prohibido realizar bailes, que la decisión es un “consenso” con las autoridades, es decir entre el papá y la mamá, sin la opinión de los hijos, de los picoteros. Por eso consideran la suspensión apresurada, arbitraria, emotiva e inconsulta.   
En octubre de 2011 les dice que cuenta con ellos para su elección como principal autoridad de la casa; en enero de 2012 les agradece el apoyo con permiso hasta bien tarde y prometiéndoles regalos del Niño Dios en noviembre. En mayo, a raíz de varias muertes relacionadas con los bailes de picó, además de la suspensión, el papá gobierno vuelve y promete identificar e indicar a los picoteros dónde podrán hacer los bailes, la alianza estratégica con el gremio, la evaluación de la situación y otras propuestas que suenan a disco rayado.     
Me suena al trato entre padres e hijos, pero padres e hijos malos. Ninguno hace lo que dice, promete y se compromete. La familiaridad la mide el principio y el fin de recompensa y castigo, o zanahoria y garrote, bolillo y prohibiciones, donde los familiares no se entienden, no se hablan y unos consideran malos a los otros.
Aún no hay sitios claramente identificados e indicados para los bailes, no hay una mesa de estudio y de trabajo en la que estén sentados diversos actores más allá de los papás y de los hijos, no hay estudios ni opiniones calificadas sobre la mesa en torno a los picós y la música champeta que vean estas expresiones más allá de una mirada como problema porque algo bueno deben tener para que haya tanta gente que las siga y defienda, estudios y opiniones que ayuden a decisiones no apresuradas, no arbitrarias, no emotivas ni inconsultas. Es el día en que los bailes están prohibidos, pero los picós siguen sonando a todo volumen porque quien impuso la medida ha hecho como los padres que les dicen a los hijos que no salgan a la calle, pero luego ellos no están en la casa para ver si los pelaos salieron o no.   
Para que no suenen como disco rayado los picós, la música champeta y las propuestas para que estas expresiones no alteren la tranquilidad ciudadana, se requiere ver el cuento más allá de un asunto familiar entre los picoteros y su papá.
Es un cuento de ciudad, entre ciudadanos, ente estado, gobierno, sociedad civil organizada y desorganizada, y mercado.

*Lingüista, Literato y Comunicador para el Desarrollo

puntos_de_encuentro@hotmail.com

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