Columna


El patrón del mal

SARA MARCELA BOZZI ANDERSON

19 de junio de 2012 12:00 AM

SARA MARCELA BOZZI ANDERSON

19 de junio de 2012 12:00 AM

Coincido con el periodista cultural Ricardo Chica Géliz cuando dice que Caracol se anotó un hit con su serie sobre Pablo Escobar, visto desde la perspectiva de las víctimas y desde su nefasta influencia en la sociedad colombiana de la época.
En efecto, los personajes, los escenarios en exteriores llenos de colorido y de acción nos hacen pensar que se trata de una superproducción nunca antes vista en la televisión colombiana. Particularmente interesante es la caracterización de don Guillermo Cano, vestido con sus pantalones con cargaderas, con su actitud vertical para denunciar al narcotráfico, pero al mismo tiempo, con su calidez acostumbrada.
Sin embargo, quiero disentir del planteamiento de quienes sostienen que el subtítulo “El patrón del mal” es equivocado, pues sitúa a Pablo Escobar como a un ser maligno, a pesar de todas las obras sociales que éste realizara en Antioquia. Y, ¿qué pasa con las víctimas del avión de Avianca? ¿Con la bomba en El Espectador? ¿Con la muerte de jueces, magistrados y ciudadanos inocentes? ¿Qué pasa con las nuevas figuras de la política que descollaban entonces, (Bernardo Jaramillo, Carlos Pizarro, Luis Carlos Galán)?
Pienso que esta historia, contada en vivo y en directo por nuestra tele, nos hace reflexionar sobre el daño irreparable que causó a Colombia “don Pablo”, quien logró corromper a los ciudadanos en todas las esferas de la vida social. Y en eso no podemos llamarnos a engaños. La filosofía de “quien peca y reza empata” es absolutamente reprobable al analizar los movimientos sociales y el “liderazgo” de algunos individuos como Escobar que basó su poder en envenenar a la juventud en el mundo con las drogas que han perjudicado a varias generaciones.
Decir, como lo dijera en su momento el cardenal López Trujillo, que “no importa de dónde viene el dinero, sino a dónde va a parar”, es totalmente peligroso. El deporte, el mundo del espectáculo, la política, la religión, la cúpula militar y la policía, es decir, todos los círculos sociales se vieron envueltos en la fascinación del dinero fácil y el boom de la construcción y de la economía.
Pero creo que fueron más los ciudadanos anónimos, la gente del común, quienes resistieron a la tentación de los dineros calientes. De modo que tratar de compararnos a todos con Escobar es un despropósito. Y tratar de perdonarle sus crímenes porque sufrió en la niñez, apoyó al fútbol colombiano y patrocinó a reinas de la belleza es arrodillarnos ante la violencia y fomentar las ansias de poder que es lo más perverso que tiene el individuo.
Quienes tenemos acceso a las páginas de un periódico liberal le hacemos un flaco servicio a los lectores si hacemos un culto a la personalidad de quien fuera el autor intelectual de crímenes de lesa humanidad. Naturalmente, es una perogrullada decir que todos cometemos errores. Pero una cosa es equivocarse de buena fe y otra muy distinta es actuar con violencia, con alevosía y premeditación. Comparto la idea de que todos somos contradictorios y eso es precisamente lo que nos humaniza a todos, pero una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa.
Colombia está llena de héroes anónimos, de personas inteligentes, solidarias y sensibles. No gastemos papel y tinta exaltando la “vida y obra” de quienes han prostituido a una nación reconocida en una época en Estados Unidos como “una pequeña república de café y cocaína”. Todavía estamos a tiempo.

*Directora Unicarta

saramarcelabozzi@hotmail.com

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