Columna


El pragmatismo gárcico

CARLOS VILLALBA BUSTILLO

06 de noviembre de 2011 12:00 AM

CARLOS VILLALBA BUSTILLO

06 de noviembre de 2011 12:00 AM

Pasaron las elecciones y Juan José García perdió la Gobernación de Bolívar. Pero ya verá la opinión departamental que perdió las elecciones y ganará el gobierno: tendrá participación en secretarías o entes descentralizados con chequera y proyectos que financiar, merced –dicen sus seguidores– al vigor de una dialéctica torneada en la fecunda soledad de sus meditaciones.
No hay motivos para descreer de la dialéctica de Juancho. De estudiante, se iba para el Arroyo Alférez con la “Filosofía del Derecho” de Hegel y la “Crítica de la razón práctica” de Kant los días en que no salía “Ecos de la Montaña”. Claro que también son convincentes el señorío y la elegancia de Piedad en el manejo de las relaciones políticas, pero, aun así, el portillo de paso a la cuota jugosa tiene que abrirlo un arma o argumento que garantiza su éxito y que no es el lobby de los diputados y los concejales del grupo.
Arturo Facio Lince, zorro viejo y jugado, cree que es la gabela de pertenecer a la comisión tercera del Senado, porque desde allí se acelera o se paraliza el papeleo que convierte en giros las intrigas parlamentarias, con algún empujoncito del Presidente de turno, ya que al incensario del dúo García-Zuccardi no se le aflojan las cadenillas ni la tapa. Trastabilló en las manos de Piedad, hace tres días, en una junta del Presidente con los senadores de la U, pero ante una pregunta de Santos –¿me está amenazando?– lo apretó. Entre Uribe y Santos, ahora, no se puede vacilar.
La familia que porta la franquicia del Partido de la U. en Bolívar es un caso admirable de perduración política. Tres décadas de dominio. Juancho, como Charlot, con tropezones y contumacias. Piedad, como Golda Meir, con diligencia y aciertos. De modo que el relevo del archiduque por la condesa fue como si al mítico rey Numa lo hubiese suplido su Ninfa Egeria. Falso que Juan José sienta su orgullo pisado por la derrota. Primero, porque él tiene más vanidad que orgullo. Segundo, porque él gana perdiendo, siempre. Y en El Carmen (Bol) lo admiran como pensador por un discurso en el que dijo que su pensamiento político estaba hecho más de doctrina que de teoría y más de pragmatismo que de doctrina. ¡Ay carajo! –gritó una nonagenaria que escuchó la frase– si en este muchacho reencarnó el espíritu de Rafael Redondo Mendoza.
No fue una exageración de la anciana porque Juancho es un daguerrotipo ex liberal: cambió la L de libre por la U de untuoso.  
Como François Guizot, Juancho es enemigo jurado de los “banquetes reformistas”. El reformismo es, para él, una forma de hostilidad que desbarata la paz en las sociedades estables y vuelve cisco el atractivo de otros banquetes de mejor sazón. El pragmatismo gárcico –etiqueta oficial de la nueva escuela– tiene un parentesco filosófico muy cercano con el cinismo de Antístenes y Diógenes.
Ahora que Piedad incluyó en el Plan Nacional de Desarrollo $23,6 billones para la prosperidad de Bolívar, Juancho redefinió la política. Ya no será L’arte di governare, sino L’emozione di fare bene (La emoción de hacer el bien). Qué detallazo con Piedad. La redefinió en italiano, que es, además del idioma de los Zuccardi, el de Maquiavelo, el del conde de Cavour, el de Garibaldi y el del Dante.            

*Columnista

carvibus@yahoo.es

Comentarios ()

 
  NOTICIAS RECOMENDADAS