Columna


El regreso de los cautivos

PANTALEÓN NARVÁEZ ARRIETA

02 de diciembre de 2011 12:00 AM

PANTALEÓN NARVÁEZ ARRIETA

02 de diciembre de 2011 12:00 AM

La noticia de la ejecución de los militares secuestrados no me sorprendió. Ese desenlace podía suceder frente a la tentativa de rescate. No obstante, como usted, sentí conmiseración por los parientes que, en vano, clamaron porque se materializara el reencuentro. También repudié a los verdugos y adquirí la certeza de que el sacrificio no provocará en las autoridades la necesidad de concertar para traer de vuelta a los que continúan en la selva. Es que unos y otros, aunque no lo manifiesten, se empeñan en tener como capitulación el sentarse a dialogar para acordar el regreso de los cautivos.
Hay que entender que no todos los operativos terminarán con la liberación, menos ahora que la guerrilla ha sufrido reveses que arrasaron el mito de su invencibilidad. Los parientes de los difuntos lo presentían y se oponían. Temían recibir cadáveres en bolsas. El reproche de la madre de Elkin Hernández Rivas, lo confirma. Más que se les erigiera como héroes, aspiraban a disfrutar de ellos, a que el fin de la agonía les deparara gratificaciones. Pero no fue así. Y oímos a Johan Steven Martínez proclamar su frustración porque le truncaron el sueño de conocer a su progenitor.
Todo porque unos persisten en el error de creer que el poder está en atemorizar para imponer, aunque la realidad les enseñe decadencia en sus huestes y el rechazo de quienes usan como pretexto para perpetuar el anacronismo de implantar el cambio mediante el aniquilamiento de todo aquel que represente o pregone una idea que los contradiga. Y los otros incurren en la imprudencia o candidez de considerar que la muerte de un comandante provocó el desmoronamiento de la insurgencia, hasta hacerle perder el ánimo para defender sus posiciones y vigilar a los secuestrados, lo que posibilita darles golpe tras golpe.
Aunque en este momento nadie se favorece con radicalizarse, nada cambiará. La guerrilla, apelando a un argumento que no respaldará nadie, vuelve a responsabilizar a la fuerza pública del fallecimiento de los militares. Antes, en mayo de 2003, dijeron lo mismo tras cegar la vida de un gobernador y un ex ministro, a los que habían secuestrado un año antes. Lo repitieron en el 2007 cuando masacraron a los diputados de Valle. Pese a ello insisten en pretender engañarnos, como si la mentira minimizara el impacto de la irracionalidad y la crueldad de su proceder.  
Las manifestaciones de rechazo contra el secuestro y sus autores no sólo las protagonizan los parientes y funcionarios del Estado, sino organizaciones de ciudadanos que claman por la liberación de quienes, sin razones que lo justifique, permanecen prisioneros, soportando inclemencias a la intemperie. Es que eso de poner a sufrir a inocentes y aprovecharse de su indefensión es lo que repudia la sociedad. Por eso se apoyan las caravanas, los programas de radio y otros eventos en el país para que no se apague el interés por la suerte de los secuestrados y para que estos no desfallezcan.
Desagrada, en consecuencia, que ese esfuerzo no fructifique. Esto deben entenderlo las autoridades y no desdeñar la negociación como alternativa para recatarlos, en especial quienes, como el Ministro de Defensa, prefieren usar la fuerza.

*Abogado y profesor universitario

noelatierra@hotmail.com

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