Columna


El reto de los zenúes

PANTALEÓN NARVÁEZ ARRIETA

10 de diciembre de 2010 12:00 AM

PANTALEÓN NARVÁEZ ARRIETA

10 de diciembre de 2010 12:00 AM

Los zenúes saben que su cultura y su etnia enfrentan amenazas. También entienden que la supervivencia de ellas no fructificaría si intentan aislarse, no sólo porque carecen de territorio, sino porque a su modo de vida le incorporaron las comodidades de la modernidad y los patrones del consumismo. Por eso sus líderes tienen como prioridad establecer los lineamientos de la educación que se impartirá a sus vástagos, que conciben como una combinación de los elementos de la cosmogonía que les da la identidad con los comportamientos, las artes y las tecnologías que se desarrollan y aplican hoy en el mundo.
Si lo logran se harán notar y garantizarán un cupo como protagonistas del porvenir. La historia les ofrece razones para esta aspiración. Sus antepasados dominaron estos territorios y legaron técnicas y costumbres que todavía prevalecen, hasta el punto de asumirse como propias por quienes aquí habitamos, sin que a nadie le importe averiguar sus orígenes, ni rehúse aplicarlas cuando descubre su procedencia.
La complicación consiste en que los zenúes no tienen suficientes educadores especializados y constituyen una minoría que afronta el desinterés de su juventud por conocer el legado de sus ancestros y los embates de una publicidad que los empuja al desarraigo, hasta haber empezando a evadir la veneración a sus dioses y a desdeñar los saberes de los ancianos de la tribu, de la que ellos, siguiendo a los medios de comunicación y a las autoridades, solo se exaltan las artesanías.
Además carecen de un liderazgo que aglutine apoyos provenientes de las mayorías, que, inclusive en los territorios en donde se asientan, siguen sintiendo desconfianza hacia ellos, no solo porque en el ideario colectivo se mantuvo el concepto de inferioridad racial con que se les estigmatizó desde la conquista, sino porque la paciencia y la discreción con que asumieron su pasado de despojos y exclusiones llevó a fraguar la imagen de ser los enemigos que acechan en la sombra, con el convencimiento de que habrá de llegar la oportunidad para reconquistar su reino de oscuridad, al que no renunciaron a pesar de la redención que supuso la evangelización.
Esos prejuicios impiden que la perspectiva para que los zenúes se incluyan en la modernidad como constructores de ella se advierta en su dimensión. Deben, en consecuencia, construir confianzas. Tienen que convencer, vaya paradoja, al resto de los ciudadanos de que sus propósitos están desprovistos de intenciones de alterar los fundamentos de la institucionalidad, porque se afincan en el aprovechamiento de las herramientas que ella diseño en beneficio de las minorías, para que se liberaran de las mezquindades que se establecieron desde el asentamiento de los españoles.
A pesar de los obstáculos (entre ellos el haber perdido su lengua), los líderes de la etnia Zenú sienten que aún pueden salvarse de la extinción. El presidente Santos hizo un gesto de complicidad con la diversidad al acudir ante los aborígenes de la Sierra Nevada de Santa Marta para recibir un bastón de mando de manos de los jerarcas de los pueblos que habitan allí. Luego se escuchó al ministro de Agricultura exaltar las técnicas –las “terrazas hidráulicas”- que los zenúes emplearon para evitar las inundaciones de la Mojana. Tal vez se trate de señales que alientan la lucha por la permanencia.

*Abogado y profesor universitario

noelatierra@hotmail.com

 

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