Si un pequeño empresario en ocasiones no puede responder por todo lo que hagan sus empleados, ni siquiera dentro del sitio de trabajo, imagínense lo que sucede en las grandes organizaciones, y en el Estado.
La máxima autoridad de las FFAA, por ejemplo, no puede responder por lo que haga cada uno de sus integrantes. Ni el director del DATT por lo que hacen en la calle los agentes del tránsito. Ni los ministros y el presidente por todos sus subalternos, ¡sería absurdo! a menos que estén cumpliendo sus directrices o sus órdenes.
Un funcionario que dirige una entidad pública no es un policía de la organización. Para eso están las entidades de control (internas y externas a la entidad). Un funcionario que dirige una entidad es alguien que estudia el desempeño de la misma, la idea, rediseña y organiza para el bien común, y hace aplicar las soluciones. A menudo ni siquiera ordena el gasto, ni tiene la facultad de remover a otros funcionarios, salvo que sean de libre nombramiento y remoción, en cuyo caso, casi siempre, tendrá un barón por encima de la entidad que lo protege.
No obstante como los políticos no están interesados para si en cargos menores, sus peleas de desprestigio, las enfilan contra la cabeza de las entidades y del Estado. Y contra sus contendores en la lucha democrática.
Si uno observa desde afuera –para ser neutral- se da cuenta que las peleas que algunos políticos arman para destruir contendores, no se diferencian en nada –sólo en que no congestionan la justicia, ni llenan espacios en los medios- de las de las comadres en un plaza de mercado. Es como si los jugadores en un partido de futbol no se preocuparan por hacer goles, sino por sacar a los contrarios del juego, a punta de faltas, para jugar el partido solos.
La denuncia pública (el remedio) puede perder su efectividad al carecer de fundamentos. Ya se están viendo excarcelados funcionarios de la anterior administración, que fueron apresados con el mayor despliegue mediático. Este es un asunto que el ciudadano –y la prensa- debe comprender para no prejuzgar la honra y el buen nombre de algunos honorable ciudadanos, porque si el ejercicio de la función pública conlleva tanto riesgo personal, cada día se irán sustrayendo de él los más competentes y pulcros ciudadanos, dejando el campo a los que evitan pisar cayos (hacer y dejar hacer); a los que poco tienen que perder; o a los que preferencian lo que pueden tomar de la torta Estatal, sobre los riesgos personales que conlleva ganar una contienda y gobernar.
Ese es el principal riesgo de toda esta avalancha de acusaciones públicas sin fundamentos, que en últimas sirven para hacer parecer a los acusadores limpios (limpiarse las uñas con la honra ajena, como canta el vallenato), y justificar los abultados salarios de tanto burócrata sin oficio, cuando no para intimidar a los nuevos competidores, y a los que aun creen que se pueden pisar callos cuando el bien general lo exige.
Algo que ya habrán aprendido muchos es que “en la administración pública se puede hacer todo lo malo que quiera si se está rodeado de amigos, pero lo bueno lo tergiversan para destruir si hay al menos un enemigo poderoso.”
*Ing. Electrónico, MBA, pensionado Electricaribe
movilyances@gmail.com
Comentarios ()