Columna


El Santo

MARTHA AMOR OLAYA

25 de junio de 2012 12:00 AM

MARTHA AMOR OLAYA

25 de junio de 2012 12:00 AM

Como Chapulín Colorado, aterrizó Juan Manuel Santos a última hora para salvarnos de la Reforma a la Justicia. “No contaban con mi astucia” blofea en su más reciente mano de póker. Cuando nos preguntábamos “¿Quien podrá defendernos? apareció como adalid de la moral. Quisieraponderarle su distancia con Uribe, pero sus jugadas persiguen el mismo interés de su antecesor: ¡reelegirse!
Para el Santo parece que hay toda una corte celestial buena e inocente. Corderos mansos incapaces de afrentar al país y a la justicia. Tal es la nobleza de Simoncito Gaviria que prefirió decir que no hace su trabajo (leer lo que sanciona) para no aceptar responsabilidad en el adefesio que aprobaron no sólo los 12 discípulos de la Conciliación sino los 177 corderitos que tenemos en el Congreso y el Senado, librándose sólo los 26 que votaron en contra, de la crucifixión que desde las redes sociales hacemos
Lavarse las manos es lo que han hecho todos, hasta el ex ministro Esguerra, quien también negó su inocultable participación en el adefesio, aunque después presentara renuncia irrevocable como una forma de aceptar su responsabilidad y asumir el costo político de sus errores por acción u omisión. Esto que en tiempos de moral desterrada está en desuso, es para destacar en ese novelón vergonzoso.
Sin embargo, el otro mensaje que leo de la renuncia de Esguerra es su rechazo a la farsa del Santo Patrón, a quien se le dijo por todos los medios que la Reforma a la Justicia era un exabrupto, pero prefirió hacerse el de oídos sordos para a última hora recular más por el daño que le hacía a su ya deteriorada popularidad que a la justicia misma.
Evidentemente el presidente sacó cuentas y era preferible mostrarse como nuestro Chapulín que el de los congresistas. Somos mayoría y le representamos más votos, aunque en política esas cuentas son distintas. Santos le apostó a la popularidad que miden las encuestas y también influyen en la intención de voto. Yo cruzo los dedos para que la opinión pública no caiga en el bluff del presidente.
Algo bueno debe salir de este vergonzoso episodio. Un divorcio entre el ejecutivo y el legislativo para bajarle clientelismo a las funciones de control político le haría bien a la democracia. La Unidad Nacional no es más que la unión interesada en componendas particulares. Otro nombre para los miles que ha tenido la corrupción de nuestro país.
Lo otro bueno es la evidencia del poder de las redes sociales. Es el poder de la movilización ciudadana y éste supera en importancia el que otrora tenía los medios de comunicación, ahora cooptados por poderes políticos, económicos y de toda índole, cuya misión en lugar de informar objetivamente, se convirtió en proteger y defender los intereses del sector al cual pertenecen. Las redes sociales son otra cosa, por algo las neo-dictaduras restringen y controlan su uso. Soplan vientos de referendo que pueden convertirse en maremotos contra-reformistas, gracias a la fuerza de las redes sociales y su poder de convocatoria.
Mientras esperamos los buenos efectos de las crisis, algo si nos queda claro: se nos muestran como Santos, pero no lo son.

* Comunicadora social

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