Columna


El Tío Sam en la UCI

CARLOS VILLALBA BUSTILLO

06 de febrero de 2011 12:00 AM

CARLOS VILLALBA BUSTILLO

06 de febrero de 2011 12:00 AM

El Tiempo publicó, el martes anterior, apartes de lo que parece un capítulo del último libro de Kenneth Weisbrode, en el cual agregó argumentos que refuerzan la tesis sobre un declive definitivo del imperio norteamericano. Nada que cause extrañeza después del impacto de la crisis financiera mundial del 2008, y de los errores políticos y estratégicos cometidos por la caverna republicana durante ocho años de irracionalidades.
El desayuno que les brindó Ben Laden a los gringos el 11 de septiembre del 2001 dejó en claro la vulnerabilidad de una potencia que, como norma de conducta invariable, había librado todas las guerras fuera de su territorio. De ese fatídico día para acá otras potencias emergentes, la Unión Europea y el sudeste asiático han aprovechado las ventajas comparativas para fortalecerse y probar que la multipolaridad es el nombre culminante de la Comunidad Internacional sucedánea de los derrumbes del Muro de Berlín y las Torres Gemelas.
Las complicaciones internas –dólar devaluado, déficit fiscal, desempleo de casi dos dígitos y un sistema de salud tambaleante– son la vena reventada por el costo de dos guerras estúpidas. El mundo entero ignora cuánto le adeuda Estados Unidos a la China. No lo sabe ni su propio gobierno. Y ni calculemos el gasto en la lucha represiva y estéril contra el narcotráfico, que completa el cuadro de contumacias con que el imperio se aproxima al despeñadero.
No obstante, el control de los alucinógenos es el gran pretexto para seguir interviniendo en los cinco continentes, irrespetando límites y soberanías. Pero los presidentes del coloso, o el sistema, o los Departamentos de Estado y de Justicia, olvidan que esa otra guerra, la de las mafias contra las naciones, la siguen perdiendo el gigante debilitado y sus asteroides. Esa es la forma de acumulación de capital que rompe y corrompe lo que se le atraviese.
Los arúspices de la economía aseguran que el repunte económico norteamericano arranca este año, y que Obama, pese al revés electoral del 2010, se hará reelegir en el 2012. Dicho repunte requiere, para conveniencia de los Estados Unidos y del mundo, que se legalice el consumo de sicotrópicos y se finiquite la falacia de que se combate, fuera y dentro de la Federación, un flagelo que deja circulando muchísimos dólares en New York, California, Washington, Illinois, Florida, Texas, etc.
Sin la legalización, el imperio será la víctima peor tratada de esa otra conflagración en la que los ejércitos del vicio, una empresa criminal bien organizada a la sombra del prohibicionismo, enrumbe la proa, sin proponérselo, hacia la China o la India. El prohibicionismo es un coqueteo del imperio con el suicidio político. El Tío Sam no ve en su parsimonia frente al enemigo que crece y se multiplica el desperdicio de poder en que incurre haciendo morisquetas de júbilo.
Lástima que las democracias occidentales apelen más a la abyección que a la presión y dejen que Estados Unidos dirija la política antidrogas. Piensan que están salvadas por sus convenios comerciales con la UE y las potencias emergentes, y que a lo mejor convencen a los chinos de inyectarle a la apertura económica de Deng Xiao Ping el aceite ideológico de la Carta de Filadelfia.

*Columnista y profesor universitario

carvibus@yahoo.es
 

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