Columna


El valor social del Maestro

ILIANA RESTREPO HERNÁNDEZ

09 de diciembre de 2010 12:00 AM

ILIANA RESTREPO HERNÁNDEZ

09 de diciembre de 2010 12:00 AM

“Aquellos que educan bien a los niños merecen recibir más honores que sus propios padres, porque aquellos sólo les dieron vida, éstos el arte de vivir bien.” Aristóteles

El presidente Santos y su Ministra de Educación presentaron las líneas gruesas de su programa de educación y todo parece indicar que daremos un paso adelante. Se habla con insistencia de calidad, lo que da esperanzas, pero impone múltiples retos.
Recientemente el presidente Piñera, de Chile, señalaba que era imperativo preguntarnos: “¿Está Colombia incentivando a los buenos profesores? ¿Está Colombia capacitando bien al magisterio? ¿Está Colombia diciéndoles a los profesores que no cumplen con su labor que no pueden seguir sacrificando una generación tras otra de niños?”
Preguntas pertinentes, si nos remitimos a los resultados educativos. Colombia quedó en el puesto 52 entre 65 países en la última prueba PISA (Programfor International Student Assessment), que mide las competencias de los estudiantes de 15 años, en ciencias, matemáticas y lectura. Esto indica que un alto porcentaje de nuestros jóvenes no entienden lo que leen y no son capaces de elaborar operaciones matemáticas de 2 dígitos. Es decir, no saben leer, ni sumar, ni restar.
¿Cómo pueden aprender si no entienden lo que mecánicamente decodifican? Saber leer no es estar alfabetizado. Y en cuanto a matemáticas, ¿cómo formar jóvenes que piensen con lógica, si ni siquiera tienen la esencia del pensamiento lógico que da la matemática básica?
¿Por qué no superamos estas cifras y nuestros jóvenes, a pesar de ir a la escuela, mantienen resultados tan pobres? ¿Dónde está el meollo de este asunto? Algunos dicen que entre otros factores, la razón es que no se enseña bien. Es decir, que el problema son los maestros. Entonces, ¿qué hacer? ¿Cómo lograr que los maestros tengan la formación que les permita educar con la calidad, la dedicación y la pasión requerida?
El primer paso que debemos dar como sociedad, es situar al maestro en el lugar que le corresponde: altísima jerarquía social, respeto, reverencia y una remuneración acorde. El maestro, a su vez, deberá demostrar que merece tal dignidad, manifestando mística, comportamiento ético y actualizando sus conocimientos en forma permanente.
Es inaudito que cuando un joven anuncia que estudiará una profesión de las consideradas no lucrativas, léase filosofía, literatura, o pedagogía, sus padres, amigos y óigase bien, hasta sus maestros, reaccionan con frases tan peyorativas y denigrantes como: “con esa profesión terminarás muriéndote de hambre o si acaso serás un pobre profesor”. ¡Un pobre profesor! Es decir, un ciudadano de segunda. Esto implica reconocimiento nulo o bajo, salarios bajos, autoestima baja…;
Mientras siga primando esta concepción del maestro, no podremos aspirar a que nuestra educación adquiera en las mentes de todos los ciudadanos, incluidos los dirigentes, la importancia requerida.
Quizá con una nueva actitud social y política hacia los maestros, logremos responder afirmativamente las preguntas de Piñera y alcancemos esa educación de calidad que tanto se necesita para que un pueblo aspire a su libertad, forje su bienestar y trabaje para alcanzar su felicidad plena.

*Directora del área de internacionalización de la UTB y estudiante virtual de literatura de la UNAB
 

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