Los feroces combates en el Cauca llevaron a que sus indígenas pidan algo insólito, como la salida de las “partes en conflicto”, como llaman ellos al Ejército y a las FARC, para después de eso, ellos supuestamente restablecer el orden en esta región.
Si el Gobierno accede a esta estrambótica petición, sería una claudicación y el comienzo del derrumbe del Estado En simultánea, en el Tiempo del 13 de julio aparece la noticia de que la guerrilla impide desde marzo de este año que salga una gota de petróleo del Caquetá, arruinando a los dueños de carrotanques. El conflicto colombiano, parecido a un viacrucis eterno, se recrudeció en los últimos seis meses y cada día que pasa las noticias son peores.
Los ríos de sangre inundan a Colombia nuevamente y los versos de Quevedo "y no hallé cosa en que poner los ojos que no fuese recuerdo de la muerte”, parecen escritos para el país, en donde se prenden las luces rojas otra vez, ya que según El Tiempo (13.07), también se han disparado los secuestros.
El retrato que hizo Jorge Zalamea de la violencia en Colombia de los años 50, al referirse a nosotros los colombianos, sigue siendo vigente ahora en el 2012: “Helos aquí, entre taciturnos y atónitos; doblegados bajo la lluvia de su propia sangre y con un guijarro de un ‘¿por qué?’ en la garganta”.
Ese ¿por qué? parece sin respuesta, ya que los intelectuales dedicados a estudiar no se ponen de acuerdo en cuanto a las causas del fenómeno cíclico de violencia que asuela a Colombia y aventuran teorías como la del narcotráfico; la ilegitimad política que ha producido la corrupción de las elites gobernantes y los coletazos de la Violencia (1948 -1953), fenómeno que desató el asesinato de Gaitán, hecho que dividió la historia de Colombia. Es sabido que este caudillo liberal era núcleo de los más profundos afectos políticos de la mayor parte de la nación, por lo que su asesinato precipitó a Colombia a un infierno demencial de terror, tras el cual se sembró el huevo de la serpiente y la cultura de las masacres se implantó en el alma de muchos colombianos.
Las Farc, por ejemplo, descienden de una de las guerrillas liberales de esa época. Ahora, en el 2012, después de ocho años de un conflicto de muy baja intensidad, irrumpe sobre nuestra nación el huracán de esta conflagración “incivil” y degradada. Si sigue la escalada, que compromete el control territorial sobre varios departamentos, volveremos al año 2002, cuando Colombia era un conjunto de ciudades aisladas, con múltiples regiones dominadas por señores de la guerra o condotieros, que tenían aterrorizadas a la gente de sus dominios. Lo más grave es que esta crisis está otra vez paralizando de miedo a la gente de otras regiones de la nación.
Una pregunta final: ¿podrá salir Colombia algún día de este viacrucis y tener paz o será cierto lo que dijo con dolor de padre, Gustavo Serrano, progenitor del piloto que falleció en el avión de la FAC, quizá derribado por la guerrilla: “Pareciera que el país tuviera una maldición que no le permite vivir en paz”.
*Directivo universitario. Miembro de la Academia de la Historia de Cartagena.
menrodster@gmail.com
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