Columna


Elegir bien (2)

MIGUEL YANCES PEÑA

05 de septiembre de 2011 12:00 AM

MIGUEL YANCES PEÑA

05 de septiembre de 2011 12:00 AM

Si para llenar una vacante en el sector privado se requiere de pruebas psicotécnicas, entrevistas, verificación de los documentos que se aportan como soporte a la hoja de vida, y en algunos cargos hasta someterse a un detector de mentiras’ sin que ello sea garantía de éxito, imagínense lo difícil que será acertar al escoger candidato a cualquiera de la corporaciones públicas (o a la presidencia) basado sólo en lo que los “maestros” del marketing colocan en las vallas publicitarias, o en las cuñas radiales y televisadas.
Además de lo trascendental que es su escogencia, si una vez elegidos es prácticamente imposible removerlos; como lo es, desacatar las normas y obligaciones que nos imponen: una de tantas, los impuestos, que en muchos casos sirven para pagar salarios y alimentar la corrupción.
De ahí que sea mejor votar -aunque hablen poco- por quienes ya han demostrado en la práctica sus virtudes y capacidades, que por las nuevas figuras de quienes no sabemos nada, y que tienen el trabajo extra de mostrar ser convincentes y mostrar carisma e inteligencia. Lo inaceptable, y poco valorado por el elector, aunque muy frecuente (mas en el pasado que en el presente, y espero que mucho menos en el futuro), es la difamación mediática de los contendores.
Es una estrategia “primitiva” que no obstante tuvo éxito cuando Pastrana deformó en un video a Serpa hasta convertirlo en Samper; pero que fracasó cuando Serpa se enfrentó a Uribe con denuncias, sin confrontar sus ideas y programas.
La lección está aprendida, ¿por qué insistir en ello? El elector inteligente no vota contra el peor que es lo que busca la difamación (esa es una situación extrema, vergonzosa, y afortunadamente infrecuente) sino a favor del que considera mejor. No obstante no es tan fácil descubrirlo si la habilidad predominante es la de seducir al elector con engaños y promesas imposible de cumplir. “Espero que con los avances tecnológicos, algún día podamos verle el "corazón" (a los candidatos) para saber que piensan hacer cuando estén allá montados” comentó un lector a un avance de esta.
Sin embargo tampoco esto funcionaria, porque una cosa es lo que se piensa antes, y otra lo que se piensa y se puede hacer, después de elegido. La historia es rica en ejemplos: a la mano, Fidel Castro en Cuba, y Hugo Chávez en Venezuela.
Por el momento la prioridad no es el cambio, como si lo era antes. Propuestas novedosas, que no nos lleven al pasado, ni nos desvíen hacia el siglo XXl como lo concibe Chávez, nos las hay. La gente (salvo quienes han perdido privilegios) quiere continuidad y énfasis en algunas políticas públicas de eficiencia, seguridad, promoción de la inversión privada y asistencia social. Y más énfasis en acabar con la corrupción administrativa: afortunadamente los candidatos lo han percibido.
No será fácil escoger, pero tendremos que ser capaces de no dejarnos seducir por la imagen retocada por expertos, más propia de la farándula que de los buenos gobiernos; ni por las promesas imposibles de cumplir. Y aprender a descubrir al hombre de valía por sus ideas, virtudes y liderazgo (el liderazgo apunta a la razón, mientras que el carisma a las emociones), para elegir buenos gobernadores, diputados, concejales y alcalde.

*Ing. Electrónico, MBA, pensionado Electricaribe

myances@msn.com

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