No hay cálculos sobre lo que costará devolver la ciudad al estado en que se encontraba antes de esta temporada de lluvias. Una vez cesen los azotes de aguaceros y mareas altas, encontraremos que Cartagena está más atrás de donde estaba antes de esta emergencia: los problemas de antes, mal solucionados, serán entonces peores.Uno de esos problemas, la malla vial, empezaba a ser solucionado, pero ya vemos que la calidad de los trabajos fue de una provisionalidad tramposa. Las aguas hicieron la más clara interventoría: los cráteres volvieron a abrirse, más grandes que antes. La superficie asfaltada resistió apenas unos días de lluvia.
La catástrofe está multiplicando el problema de viviendas en zonas de riesgo. Hoy son más los damnificados y muchísimo más costosas las soluciones de vivienda y reubicaciones. Esta situación la afronta todo el país, pero si los cartageneros de nacimiento o adopción queremos estar a la altura de nuestro deber, tenemos que asumir responsabilidades que tienen ahora mayor justificación ética. Si aceptamos los “impuestos de guerra”, ¿por qué no justificamos los de la paz social?
Las objeciones a la Reforma Fiscal propuesta por el Distrito se caen ahora de su peso. Empresarios, comerciantes y ciudadanos debemos pagar nuestra calidad de vida. Esa reforma no era de todas maneras más drástica que las reformas fiscales de otras ciudades responsables. Un mayor recaudo sería un alivio para la economía del Distrito. Eso sí: con cero despilfarro y cero corrupción.
El meimportaunculismo; la cultura del fraude practicada entre políticos y ciudadanos, ha sido obstáculo grande para la formación de dos corrientes indispensables en todo desarrollo material y humano: responsabilidad y solidaridad. No es cierto que haya mucha gente que no tiene nada que dar. Esta es, precisamente, la gente solidaria con un importante capital humano.
El año que entra va a ser difícil para las celebraciones del bicentenario de la Independencia. Uno, por la necesidad de remediar los males dejados por el invierno, y dos, por los argumentos que la Administración debe dar a quienes esperaban inversiones y festejos fastuosos. Éste tendrá que ser el Bicentenario de la Reconstrucción.
La mejor conmemoración sería el esfuerzo colectivo de la Administración y los ciudadanos, los comerciantes y los industriales. El Gobierno nacional no podrá responder a una emergencia que desborda la capacidad de los fondos de prevención. Además, se avecinan elecciones locales con gran carga populista y, seguramente, con los métodos propios de un sistema electoral envilecido por la corrupción.
¿Se está pensando en un Fondo de Emergencia? Si es así, habría que detallar prioridades y dar soluciones inmediatas en vivienda, salud, alimentación y trabajo a la población damnificada, pero emprender la reconstrucción y ampliación de la malla vial. En su estado, trastorna la movilidad, el trabajo y la productividad de todos, estimulando la crispación violenta de los usuarios y el deterioro intolerable de la convivencia.
*Escritor
salypicante@gmail.com
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