Columna


En la academia de medicina

DARÍO MORÓN DÍAZ

21 de julio de 2012 12:00 AM

DARÍO MORÓN DÍAZ

21 de julio de 2012 12:00 AM

“La salud es el fin de la medicina” Aristóteles
Efraím Otero Ruíz, Miembro Honorario de la Academia de Medicina de Cartagena y Expresidente de la Academia Nacional, vino a Cartagena en una labor pedagógica, propia de él, para compartir y analizar el denominado “Consentimiento médico informado”. Es un aspecto nuevo e importante, hoy por hoy, en el ejercicio de la profesión médica en relación con los pacientes.
Indudablemente que desde los albores de la Medicina hipocrática existe la relación médico-paciente, fundamental para la elaboración de una buena historia clínica; que es la relación a fondo de los males que aquejan al enfermo y encaminada a que el médico pueda llegar a un diagnóstico para realizar un tratamiento adecuado. La relación-médico paciente, esencia del ejercicio de la Medicina, se produce cada vez que un profesional a quien la estructura social y jurídica de un país ha catalogado como idóneo para ejercer la medicina, acepta la petición de otro miembro de la sociedad que acude en búsqueda de su opinión, consejo y posible tratamiento.
La relación médico-paciente se cumple ya sea por la decisión voluntaria y espontánea de ambas partes, por la acción unilateral del médico, en casos de emergencias, por solicitud de familiares, o por el compromiso de atender a enfermos a cargo de una entidad privada o pública. Así se configura el Acto médico: el enfermo acude al médico, que está en capacidad de orientar y curar de acuerdo a sus capacidades y al tipo de enfermedad.
Sin embargo, con los cambios, en los últimos decenios a un panorama influenciado por esquemas y modelos “pragmáticos”, esa relación ha derivado a unas situaciones que llevaron necesariamente a que ahora sea preciso que entre el médico y el paciente se aplique un nuevo modelo que se concreta en el llamado “Consentimiento médico informado”. En este nuevo escenario el médico debe hacer conocer al paciente cómo lo tratará clínica o bien quirúrgicamente. El paciente puede aceptar o no esa propuesta. Es un aspecto humano, que no tiene nada de degradante para el médico ética y profesionalmente preparado.
No obstante, subyacen intereses de carácter contractual, como son las posibles demandas contra el profesional, si alguna de las propuestas científicas, en aras del beneficio del paciente, no se cumplen, bien sea por imponderables en la salud del paciente o por una eventualidad difícil de precisar. Esa es  la razón por la cual el académico Otero Ruiz cumple este periplo pedagógico, que no solo se proyecta en el ámbito de las Academias y Tribunales de ética médica, sino que tiene la finalidad de motivar a las Escuelas de Medicina en la enseñanza de la Ética médica que debe ir aparejada a una excelente preparación de los médicos en formación.
Afirmó el académico que en Colombia existen alrededor de sesenta facultades de medicina y solamente en un 27 por ciento de ellas, se les imparte a los futuros profesionales la cátedra de Ética médica. Y, concluyó que esa circunstancia convierte a los Tribunales de Ética médica del país en centros crecientes de las estadísticas de la “mala praxis”, derivada del desconocimiento de esos parámetros morales y de contera del no uso del “Consentimiento médico informado”.

*Exdirector de El Universal. Académico de Medicina e Historia.

dmorond@gmail.com

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