Columna


Entre el humo de la marihuana, el polvo de la coca y los vapores del opio

ALFREDO GARCÍA DE ZUBIRÍA

04 de abril de 2012 12:00 AM

ALFREDO GARCÍA DE ZUBIRÍA

04 de abril de 2012 12:00 AM

La idea de legalizar el comercio de estupefacientes me parece un paso que puede dar una sociedad que tiene explicaciones de por qué hay en la fisiología de muchas personas la tendencia a la adicción, es decir, no lo que pasa sino por qué pasa.
En Colombia y el mundo no hay seguridad, desde la ciencia, de los mecanismos involucrados en la bioquímica humana para tener una respuesta que resuelva tan terrible mal. No he oído ni olido tampoco el eco y el olor de lo que se quiere cocinar en la VI Cumbre de las Américas; por lo que creo se le debe dar mayor información a los ciudadanos para que se ilustren y tomen posiciones conscientes de su trascendencia, de a donde se quiere llegar para bien o para mal de la humanidad.
Esa es la razón por la que debe preocuparnos la fecha tan esperada en la que los presidentes de algunos países latinoamericanos presentarán, en la VI Cumbre de las Américas la gran propuesta para solucionar el lamentable estado de violencia que enfrentan. Parece poco convincente explicar el argumento de que la violencia es producto de las drogas, como si nunca desde el nacimiento de estas repúblicas hubiésemos padecido de un clima violentamente tormentoso. Para desventura nuestra lo seguiremos soportando, como cargando una cruz de expiación, mientras cerremos la conciencia a la pobreza y las injusticias sociales.
Es ilusorio pensar que estableciendo límites al consumo y porte de marihuana, cocaína, opio, heroína y metanfetaminas, disminuirá lo que pretenden los proponentes. Es verdad perogrullesca que si legalizamos la producción, comercialización y consumo de narcóticos el tráfico ilegal acaba y, también, disminuirá, que no terminará, la violencia de los traficantes, pues, estos no desaparecerán. No obliterará la violencia la legalización, si recordamos que en Colombia ella siempre nos ha acompañado desde la conquista, colonización y república, sin haber sido motivada por las drogas.
Digo que los traficantes sobrevivirán, por los ejemplos que nos da la cotidianeidad de la vida en Colombia. Pensemos en el alcohol, nunca se ha prohibido su consumo, siguiendo el silogismo de los presidentes no debería de haber tráfico ilegal y sin embargo lo hay, con sus redes mafiosas de producción y comercialización de licor adulterado. Nunca ha sido ilegal el consumo de tabaco, luego entonces no debería haber mafia de contrabandistas, no obstante, la hay con sus redes de introducción y comercialización. Igual sucede con productos no adictivos para el cerebro, como robo y tráfico de combustible, minas de metales preciosos, tierras raras, etc.
No es apropiado callar que la potencia adictiva de los narcóticos es infinitamente superior a la del alcohol y tabaco, además de tener consecuencias, de lejos, mucho más devastadoras para las familias y la comunidad.
En vez de pensar en permitir el uso de estupefacientes, los presidentes podrían proponer una generosa financiación por los países desarrollados, entre otros fines, para: enseñanza de los males del consumo desde preescolar hasta el duodécimo grado de escolaridad y para investigación, en los países productores y consumidores, de los mecanismos fisiológicos y los factores genéticos predisponentes a la adicción lo cual ayudaría a la humanidad a no degradarse.
algaz@costa.net.co

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