Columna


Entre la utopía y la esperanza

ADOLFO GÓMEZ AGÁMEZ

11 de noviembre de 2011 12:00 AM

ADOLFO GÓMEZ AGÁMEZ

11 de noviembre de 2011 12:00 AM

Todos los días vemos, escuchamos y leemos las declaraciones de los mandatarios elegidos en las pasadas elecciones, tanto para la gobernación como para la alcaldía o asamblea y concejo y si las analizamos seria y serenamente nos damos cuenta que todo lo que nos venden es utópico hasta cuando no se conviertan sus promesas en algo real.
¿Por qué hablo de utopía y no de esperanza?, Veamos.
La palabra utopía es un término inventado por Tomás Moro en el siglo XVI. Proviene de dos palabras griegas: OUK, que significa “NO”, TOPOS, que significa lugar. Utopía es igual a lo que no tiene lugar, lo que no está en ninguna parte. De ahí que para mucha gente sea expresión de lo irreal e imaginario.
Otra forma de comprender la utopía es considerarla como aspiración hacia una forma de convivencia en la que se implanta efectivamente un orden de vida verdaderamente razonable y justa. En este sentido solamente, la utopía deja de ser irreal. Con un ejemplo se puede aclarar lo que queremos decir: si a los trabajadores europeos hace siglo y medio les hubieran dicho que iba a llegar un día en que ganarían un buen salario, tendrían una jornada laboral razonable, estarían protegidos por toda clase de seguros y se modificarían las condiciones de su trabajo, casi seguro que hubieran pensado que era una autentica utopía, un sueño, una irrealidad. Y, sin embargo, la utopía es ya hoy, en cierto modo, una realidad.
Si en estos momentos los candidatos elegidos criollos, por accidente están leyendo esta columna, se darán cuenta que hasta cuando ellos no cumplan todo lo que han prometido, por ejemplo, mejorar los servicios públicos de Montería y de Córdoba, ser transparentes para las contrataciones, combatir la corrupción, brindar seguridad etc., todo, léase bien, todo será utopía.
Ahora bien, esta forma de entender la utopía no se puede situar en el plano de lo racional, de lo que es lógico para el discurso humano. En este nivel, la utopía representa lo irreal y lo ilógico. Tampoco pertenece al orden de la voluntad y de la ética. Si interpretamos la utopía, como un proyecto ético, se caería inevitablemente en la represión y en el totalitarismo, como sucedió con el movimiento nazi y en los regímenes comunistas, como el de nuestro país vecino, Venezuela.
La utopía, para no sufrir frustraciones como hasta el momento hemos tenido con algunos candidatos repitentes, debemos situarla en el plano de lo simbólico, es decir, asume las aspiraciones más profundas del hombre y la expresa en forma ideal o de meta hacia la que se orientan las energías del mismo hombre.
Lo importante es comprender la funcionalidad de la utopía como agente de cambio y es por ello que ojalá hayamos elegido a los mas utópicos, dentro de nuestra esperanza y ojalá se hayan descartado a aquellos, que han jugado a través del tiempo con la utopía, sembrando la frustración y la desesperanza.
Ojalá nuestro próximo Gobernador del Departamento y nuestro nuevo Alcalde de Montería, sean capaces de cambiar nuestro pensamiento utópico por un pensamiento real y esperanzador, porque Córdoba y su capital, debe crecer dentro de la equidad y justicia social que nos lleve a una sana convivencia, libre de violencia y corrupción, donde el trabajo sea un derecho y la inversión en empresas productivas sea objetivo de grandes empresarios nacionales y extranjeros. Ojalá así sea.

*Dermatólogo

a_gomezagamez@hotmail.com

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