Columna


Entre retos empresariales

ARGEMIRO MENCO MENDOZA

29 de octubre de 2010 12:00 AM

ARGEMIRO MENCO MENDOZA

29 de octubre de 2010 12:00 AM

Política empresarial y empresa política son dos conceptos que se compenetran entre sí. La política, en su esencia, expresa los intereses supremos de la economía, y la guerra material, los propósitos estúpidos de la seudopolítica. Sirvan estas generalizaciones para referirnos a asuntos de coyuntura: que la empresa gubernamental de “los Santos” en nuestro país ha estado determinada a resolver conflictos surgidos entre Colombia y Venezuela. Conflictos que no sólo involucran intereses de soberanía y de autodeterminación, sino problemas políticos que afectan negativamente el desarrollo de los negocios entre empresarios de ambas naciones. Ayer fue un litigio de fronteras entre Colombia y Venezuela resuelto por Eduardo Santos Montejo, entonces presidente de la República. Recordemos que, bajo la dirección de aquella empresa de gobierno, el 5 de abril de 1941, se firmó el tratado Santos-López Contreras. “Así se llegó a los dos tratados de los presidentes Santos-López Contreras, el de 1939 sobre arbitraje, no agresión, conciliación, solución pacífica de controversias y el de 1941 sobre demarcación de fronteras y navegación de los ríos comunes, que cierran un ciclo histórico al declarar solemnemente "que todas las diferencias sobre materia de límites quedan terminadas". Pero aquí no se clausuraron los diferendos. Sobrevino después el del archipiélago de Los Monjes. Hoy Juan Manuel Santos Calderón –nieto de Enrique Santos, hermano del presidente Eduardo Santos– asume, como Presidente, el compromiso de mejorar las relaciones con Venezuela, embarcándose en un modelo audaz de emprendimiento político. Decía Eduardo Santos: "La guerra internacional entre pueblos americanos no puede ser sino el efecto de una locura criminal, no excusada por motivo alguno, ni por el menor pretexto". Esta acción de preferir los presidentes Santos y Chávez proyectos de paz, construye círculos de esperanza para alcanzar los entendimiento y respeto binacionales, tan necesitados. De lograr que los cambios de actitud y de estrategias permanezcan triunfantes, aflorarán los beneficios mutuos y podremos cantar que no siempre la guerra es el motor de la historia. Mudar de rumbo sería darse el “lujo” del fracaso de las empresas gubernamentales de Santos y Chávez. Es injusto que se nieguen la oportunidad de repetir el buen ejemplo del gobierno civil de Eduardo Santos y el del gobierno militar de Eleazar López Contreras. Debe reinar, ahora y siempre, un ideal de integración bilateral marcado por la decisión honesta de inspirarse en aquellas experiencias valiosas del pasado. Los objetivos y las metas internas de ambos países se consolidarán en paz si al exterior –desde hoy y a futuro– se implementan proyectos compartidos, plantados en la seguridad de los acuerdos y la sinceridad de las relaciones. Dos recomendaciones finales a los nuevos desarrollos colombovenezolanos: primera, la “equidad afectiva” que planteó Luis López de Mesa, el canciller de Eduardo Santos. Y segunda: la “equidad afectiva y efectiva” del ilustre académico colombiano Héctor Charry Samper. Despreciar las empresas de paz es darles rienda suelta a los empresarios de la guerra que “están dispuestos a sacrificar la libertad de empresa en el altar de Marte”, como sostiene el famoso Ph.D en Economía, Robert Higgs. *Docente UTB argemiromenco@yahoo.com

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