Columna


España, a la derecha, gire

CARLOS VILLALBA BUSTILLO

27 de noviembre de 2011 12:00 AM

CARLOS VILLALBA BUSTILLO

27 de noviembre de 2011 12:00 AM

Lo que pasó en España el domingo anterior es lo común en las democracias maduras: si quien gobierna decepciona, que suba quien se opone. Dos años largos de crisis sin respuestas bastaron para que los españoles atendieran la necesidad democrática de alternar el poder en procura de la estabilidad institucional, el desarrollo económico y el equilibrio social. Si la izquierda no pudo con el desempleo y los bandazos de una economía sin control, que lo intente la derecha.
En encrucijadas como la que vive España los pueblos no se preguntan si los partidos que suben cuando caen los que fallan podrán con el almendrón que les endosan. Los pueblos castigan y comienzan a exigirles a los premiados enseguida. De esa dimensión y temperatura es el brasero que los peninsulares le entregaron al P. P., a fin de que el señor Rajoy haga lo que propuso y prometió durante el fragor de la contienda.
Lo que viene, pues, no es una diversión, y la dinámica de los hechos indica que el compás de espera no será muy prolongado. Hay indignados protestando con vehemencia, desocupados –de allí y de fuera– tratando de recuperar sus salarios, industriales a la espera de medidas reparadoras de la producción, inversionistas confiados en estímulos tributarios, inmigrantes ansiosos de regularizar su situación jurídica y comerciantes que ven reducidos los volúmenes de productos por comercializar.
Rajoy hizo a un lado la verbosidad del crítico lenguaraz y se puso los hábitos del estadista prudente. No ha soltado prenda sobre recortes, ni ajustes, ni futuro de la moneda. La mayoría parlamentaria que obtuvo y la solidaridad del comité asesor del P. P. lo tienen a pita corta, oyéndolos más que opinando, en vista de que no puede haber prisa en la adopción de planes o fórmulas mientras no se conozca el largo y el ancho de los problemas más agudos.
El euro, por ejemplo, tiene en España, como en otros países, enemigos que le atribuyen poder multiplicador en la proyección de la crisis. E igual que en esos otros países el lamento y los lagrimones por la sustitución de la peseta resuenan, aunque tímidamente, en las redes gremiales, la Puerta del Sol, la Gran Vía, el paseo de la Castellana, las columnas de la prensa, las pantallas de la televisión y las ondas de la radio. Anticipar algo sobre una cosa que no sólo concierne a España, sino a la U. E., sería temerario y hasta trágico.
No es envidiable, por muchos motivos, meterse en el pellejo de Rajoy. Tiene un respaldo político como mandado del cielo para gobernar con holgura, y un PSOE debilitado y escaso de espacios para oponerse con fortuna a corto plazo, pero es abrumador el pronóstico de un país que se desmoronó tan dramáticamente como ascendió, en ambas puntas bajo gobiernos del mismo partido. La España de Felipe González es la contraria de la de José Luis Rodríguez Zapatero.
A los colombianos nos incumbe la suerte de España, porque marchamos reconquistados por los Morillos de su economía. Cualquier repercusión acá, tal como nos alertó hace apenas unas horas Nicanor Restrepo Santamaría, ni soñemos con que nos van a reconocer rentas en oro.
Juro que no lo digo para que Luis Carlos Sarmiento, el magnate invicto, apriete el paso en su propósito de comprar El Tiempo.

*Columnista

carvibus@yahoo.es

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