Columna


Espera optimista

JUDITH ARAÚJO DE PANIZA

28 de noviembre de 2010 12:00 AM

JUDITH ARAÚJO DE PANIZA

28 de noviembre de 2010 12:00 AM

Iniciamos hoy el adviento, un nuevo año litúrgico, que empieza preparándonos para la venida de Dios al mundo en su Hijo Jesucristo, como un bebe recién nacido.
Cada año repetimos estas celebraciones pero se vuelven nuevas, porque nos encuentran a nosotros un poco distintos al año anterior y cada vez comprendemos más que no estamos sólo celebrando el nacimiento de alguien que vino hace muchos años, sino que sigue naciendo cada vez que alguien con fe le abre su mente y su corazón, para ser transformado por Él y participar en la construcción del Reino de justicia y rectitud que Él vino a presidir.
Cada persona que pide a Dios el don de la fe y se abre a los misterios divinos, empieza a vivir según el Espíritu de Cristo, obediente a las leyes divinas e irradiándolo en medio de familia, amigos, compañeros de trabajo y comunidades. Así poco a poco, se transforman las personas, familias y comunidades en el amor de Dios y gozan de la plenitud a la que estamos llamados todos los seres humanos, aun en situaciones difíciles y retos que afrontar.
Ojalá este año vivamos las navidades con más sentido espiritual. Las fiestas paganas de antes, algún día, gracias al florecimiento de la fe, se cristianizaron, y pusieron su eje en Jesucristo. Pero con los años de pronto hemos permitido que nuestra fe se vuelva tibia y pudiéramos estarlas trivializando, sin reconocerles su gran sentido sagrado y renovador.
Si ante tanta situación compleja en el mundo, volvemos los ojos a Dios y comprendemos el amor inmenso que nos ha demostrado, permitiendo que su Verbo habitara entre nosotros para podernos llevar de vuelta a Él, le encontraríamos el verdadero sentido a nuestra existencia, aun en medio de las dificultades. Veríamos que nuestra existencia terrenal es apenas un instante comparado con la vida en la eternidad que nos espera junto a Dios, con felicidad eterna, si nos dejamos cautivar por su amor.
Él nos invita a transformar las realidades presentes, enfatizando el crecimiento en el amor a Él, al prójimo y a nosotros mismos. Todo lo que vivimos debe movilizarnos a la solidaridad, al trabajo, para que contribuyamos proactivamente con el bienestar de los necesitados física, mental, afectiva y espiritualmente y unamos nuestras voluntades para que en cada hogar de nuestra patria se pueda celebrar dignamente la navidad, en medio del afecto y de las necesidades básicas satisfechas.
Dejémonos conducir al pesebre, para que junto a los pastores y a los reyes magos podamos contemplar al niño Dios, en su Sagrada Familia, con María y José, que en la sencillez y el desapego a todo lo material, unen el cielo y la tierra, con júbilo en el corazón porque están dispuestos a entregar todo su amor, todas sus energías, toda su voluntad, todo su trabajo, toda su disposición, todo su ser, para que la obra de Dios se cumpla a través de ellos.
Tengamos una espera optimista ante el Niño Dios. Él nos colma de paz, de fe, de esperanza, de amor, de alegría, en nuestros corazones, en nuestros hogares, en nuestro trabajo, en nuestras comunidades, en nuestro país y en el mundo entero, si nos decidimos a dejarnos cautivar por su inocencia, sencillez e infinito amor.

*Economista, orientadora familiar y coach personal y empresarial.

judithdepaniza@yahoo.com
 

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