La ciudadanía comenzó a impacientarse. Esperaba que pronto se decidiera y ejecutara, pero percibe inactividad en el Alcalde. Salvo revelar su inconformidad por las deficiencias con que se prestan los servicios públicos y manifestar su empeño en indagar para establecer y divulgar la realidad del municipio, Jairo Fernández Quessep todavía no se hace sentir. Es como si persistiera en el desconcierto que le provocó el déficit de caja que encontró y se confirmara la conseja que durante la campaña pusieron a circular sus contradictores: es un candidato que convoca, pero será un alcalde que se quedará en intenciones.
Es prematuro para afirmar que la patraña se trocó en vaticinio y, mucho más, para reclamarle resultados. Cuenta, porque aún no han transcurrido cien días desde cuando asumió, con tiempo para disipar las dudas sobre su idoneidad. No obstante, no advertimos la directriz que aliente la confianza. Sigue sin definir el rumbo que tomará para incorporarnos en la prosperidad. En cambio, la indecisión permite que se acentúe la certidumbre de que el caos y el desgreño no desaparecerán, que a nadie le preocupa que los informales se apropien del espacio público, ni que lo que se construyó a fines del año anterior para embellecer la ciudad, esté afeándola ahora, no sólo porque no terminaron las obras, sino porque ya se les ve el deterioro.
Lograr que Sincelejo abandone el atraso requiere no sólo imaginación para reinventarnos, sino actuar con prontitud. Eso era lo que se esperaba de alguien que suponíamos conocía a plenitud la problemática que afrontaría. Al fin de cuentas durante la campaña habló de ella y de las estrategias para superarla. Además, en su palmarés está el haber manejado una empresa cuyo nombre trasciende el marco regional y es un referente entre los empresarios de aquí por el orden y la eficiencia. Pero lo mostrado hasta hoy denota que no hemos arrancado, ni tampoco que haya indicios que permitan precisar cuándo lo haremos.
Se puede pensar que el desconocimiento de la situación es consecuencia de la ocultación de información, de lo que también el alcalde se dolió. Eso pudo justificar, durante el mes de inicio, la tardanza en consolidar el diagnóstico y definir las estrategias. Pero ya entrados en el tercer mes, causa estupor y temor, no tanto porque se descubra que la magnitud de la tragedia superó las previsiones, sino porque estando obligado a redoblar esfuerzos reine la pasividad. No hay certeza sobre lo que debemos, ni con qué contamos, ni menos de qué carecemos y en qué proporción.
Llegó el momento de despabilarnos para restaurar la confianza, ubicándonos en el contexto y recordando que la posición de la ciudad, ahora que se promueven las transversales y se impulsa la región Caribe, le da ventajas con miras al futuro. Pero explotarlas para beneficiarnos apareja, además de superar la exclusión y la miseria, dotar a los de aquí de instrumentos para competir con posibilidades de triunfo, empezando por conseguir que la educación sea de calidad e incentive a los talentos a persistir en hallar la perfección y proyectarla en los procesos de aprendizaje y creación. Si no, dependeremos de que los de afuera inviertan para sacar y no dejar, que es la perspectiva con la que parece se identifica el alcalde.
Espero reconocer que erré.
*Abogado y profesor universitario
noelatierra@hotmail.com
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