Columna


Espíritu Santo

JUDITH ARAÚJO DE PANIZA

12 de junio de 2011 12:00 AM

JUDITH ARAÚJO DE PANIZA

12 de junio de 2011 12:00 AM

Ven Espíritu Santo, alumbra nuestra mente, fortalece nuestra voluntad, purifica nuestros corazones y guía nuestras acciones para que amemos de verdad y podamos construir una sociedad fundamentada en el bien, la justicia, la paz y el amor. “Envía tu Espíritu Señor y renueva la faz de la tierra”*.
Hoy celebramos al Espíritu Santo de Dios en los verdaderos creyentes, en la Iglesia, en las familias y en las comunidades abiertas a sus dones. Es una fiesta alegre, de regocijo, entusiasmo y solidaridad, que nos invita a ser testigos y misioneros del amor de Dios en el mundo.
El Espíritu Santo nos consuela, guía, acompaña, protege, revitaliza, da fortaleza, fecundidad y sobre todo mucho amor, llenando el alma de gozo, paciencia, sobriedad, dominio propio y deseo de santidad, iluminándonos sobre la voluntad de Dios a diario, enfocando nuestra vida terrena hacia el bien, como anticipo de la vida eterna.
Lo encontramos en la oración, en la Santa Biblia y demás libros sagrados, en la Santa Misa, sacramentos, obras a favor de los demás y en el testimonio de personas que viven a su servicio, en espíritu y en verdad. Jesús  prometió que su Espíritu nos ayudaría a comprender las verdades reveladas a través de su vida, palabras y obras, como camino de conversión hacia la plenitud y felicidad.
En los ambientes o personas en los que predomina la violencia, desunión, deshonestidad, injusticia, antivalores o la falta de amor, se bloquea el Espíritu Santo. Pero quien se abre a Él, se arrepiente de sus  pecados y busca enmendar sus errores, fortalecerá sus virtudes, recobrará la paz propia y con los demás, trabajará por generar bien, justicia, unión, integridad, paz y prosperidad, amando a Dios por encima de todo y a los demás como a sí mismo.
El Espíritu Santo es quien dirige nuestra historia,  tiene poder supremo sobre cualquier realidad, todo lo regenera, vivifica, sana y hace fructificar. Transforma el temor en seguridad, la cobardía en coraje, la tristeza en alegría, la preocupación en confianza, el egoísmo en amor. Trabaja desde el corazón humano, haciendo que comprendamos los principios eternos y animándonos a vivir de acuerdo a ellos. Nos integra en comunidades, guiadas por el bien común, en la que cada uno, con el corazón rebosante de amor, cumple una misión importante y complementaria.
El ser humano, desde su libertad, se abre a la gracia clamando al Espíritu Santo para que habite en su alma y restablezca la unidad interior a través del perdón y el amor incondicional. Jesucristo facultó a sus discípulos a  conceder el perdón de los pecados en nombre de Dios, obra que se continúa en la Iglesia, en todos los bautizados y se actualiza en todos los sacramentos. Dijo Jesús: “Paz a vosotros…;como el Padre me ha enviado, así también los envío yo...Exhaló su aliento sobre ellos y les dijo: “Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos”.
En unión con la Virgen María, San José, los santos de todos los tiempos y los fieles de nuestra Iglesia, clamamos al Espíritu Santo para que venga a nuestros corazones y nos llene de valentía, rectitud, eficacia y amor.
Hch 2, 1-11; Sal 104; 1 Co 12, 3b-7. 12-13; Jn20, 19-23.

*Economista, orientadora familiar y coach personal y empresarial.

judithdepaniza@yahoo.com

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