Columna


Estamos fríos y sudando

LIDIA CORCIONE CRESCINI

14 de noviembre de 2012 12:00 AM

LIDIA CORCIONE CRESCINI

14 de noviembre de 2012 12:00 AM

Es ahora o nunca que los cartageneros tenemos que aunar nuestras voces y pedir solución a esta situación amorfa que estamos padeciendo: vivimos en rumba y sin rumbo, la misma guachafita por parte de los que nos gobiernan, el mismo talonario comprado por pocos y los ganadores se reparten las “ganancias ocasionales”, celebrando el triunfo con brindis incluido mientras cuerpos víctimas de los homicidios quedan doblemente congelados por una bala fría, un cuchillo de acero, un machete de aluminio y el mismo cadáver. El índice de violencia que azota nuestra ciudad producto y consecuencia de una crisis de gobernabilidad en varias administraciones se ve reflejado en tantos asesinatos ocurridos en estos dos fines de semana.
La irresponsabilidad del sistema, el engaño institucionalizado y la miseria absoluta son consideradas como violencia estructural, y aunque en muchos escenarios no exista una guerra abierta, sí se están negando los derechos básicos de muchas personas y este impacto que estamos viviendo los cartageneros se marca con crudeza por estos días por falta de ejecución de los programas de gobierno prometidos y desglosados en el presupuesto anual y que por arte de magia quedaron borrados del papel porque el presupuesto se agotó antes de ser fecundado.
Por otra parte el caos por las interminables hileras de carros congeladas por horas y horas por los absurdos trancones y el despropósito de la autoridad concediendo permisos para realizar eventos sin respetar el derecho que tenemos todos los ciudadanos de poder transitar de manera libre y ordenada por los espacios públicos sin tener que estar sometidos a dos horas de larga espera, rompe todos los límites de la paciencia.
Ambulancias por doquier en el atolladero en contravía violando las reglas de tránsito para poder llegar a urgencias y salvar al paciente son la muestra fehaciente de que esta ciudad se volvió una fosa común. ¿A cuenta de qué, por qué motivo, razón o circunstancia pasan estas cosas sin contar con la aprobación de la mayoría de los habitantes? ¿Por qué no se tiene en cuenta que las vías de acceso son casi nulas y que a esta ciudad no le cabe un desorden más?
Las calles de la ciudad desmoronándose como galletas de soda, escombros en cada esquina, basuras en cada rincón, las aguas de la bahía revueltas con las de la alcantarilla, no hay andenes, no hay paseo peatonal, los vendedores ambulantes nuevamente invadieron los espacios públicos (negociados e indemnizados) del Centro y otros lugares, las paredes de muchas instituciones escolares se vienen abajo, los robos aumentan, la intolerancia es un monstruo, la vida no vale nada y el diablo anda suelto.
¿No hay nadie que pueda poner freno a esto? Necesito que los eruditos y los doctos nos aclaren esta situación para saber a qué atenernos en el futuro inmediato.
«Panem et circenses» (literalmente «Pan y circo»), no creo que los cartageneros estemos dispuestos a seguir con la venda en los ojos y los oídos taponados.
Hagamos valer nuestros derechos, merecemos una ciudad digna y proactiva, tu indiferencia no hace progreso.

*Escritora

licorcione@gmail.com

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