Columna


Este oficio

AP

03 de noviembre de 2011 12:00 AM

CRISTO GARCÍA TAPIA

03 de noviembre de 2011 12:00 AM

Alguien, de cuyo nombre no se necesita hacer mención, dijo en alguna ocasión, y lejano está ya el día, que el de periodista era el oficio más bello del mundo. Y eso bastó, muchos años después, para que el tal divertimento adquiriera carta de identidad, fuera por el mundo y se asumiera como el más portentoso invento léxico que jamás hubiese aflorado de boca alguna.
Y desde entonces, y para siempre, no hay mortal que presuma de cual, o en realidad devenga en tal, que no se solace en el uso de dicha frase como carta de presentación de su ejercicio e ilustración y afinidad con el celebrado autor de la misma. No importa que no sea lo uno ni lo otro o simplemente en el ejercicio de su oficio viva metido en el barro y respirando los fétidos olores y colores de la cotidianidad macondiana.
Lo que cuenta, y eso le basta y sobra, es que pueda y alcance a decir con toda la extensión de su boca, que ejerce “el oficio más bello del mundo” y remate con la misma e impávida satisfacción: “igual que “Gabito”.
Que sea el mas o bello o, en el mejor de los casos, el menos maluco de tantos haceres que en el mundo son, es cuestión de cómo le vaya y venga al laborante el suyo. Y, desde luego, de otras utilerías, beneficios y gracias que puedan derivarse y devengarse del trabajo, incluida la salud que dicen provee. Y la plusvalía que, no obstante el riesgo de fomentarla invirtiendo en unidades productivas, robustece y aumenta los pesos y tamaños de quienes corren el albur de exponerse a su alabanza o vituperio.
Si genera empresa, fomenta el empleo y contribuye al crecimiento y desarrollo de la sociedad, es probable que la alabanza brote copiosa un día, pero también es dable esperar, y por igual razón, que el mismo sujeto al otro día pase de alabado benefactor a sádico explotador del trabajo ajeno y capitalista troglodita que le roba la plusvalía y le niega sus derechos al redimido desocupado.
Cosa parecida suele acontecerle al columnista de periódicos, de cuya semanal o diaria labor se hacen capas y sayos conforme sus lectores sopesen sus intereses y desacuerden o concuerden con la opinión de quien también tiene los suyos.
Y, con la misma libertad, tolerancia y respeto que de su opinión puedan hacer aquellos, el columnista la expresa y sustenta al margen de suscitar coincidencias o contradicciones que deriven en agravios y amenazas que, sin embargo e inclinando la balanza, suelen provenir en veces de lectores que hablan y recitan por metros la lengua cifrada del anonimato.
En fin, y más allá de los sobresaltos a los cuales nos expone su ejercicio, si algo tiene de bello este que me convoca y provoca es que nos permite apreciar en la magnificencia de su esplendor la belleza y la utilidad de todos los oficios y trabajos que humanizan y cualifican el linaje humano.
Lo demás debe ser lo de siempre: hacer bien lo que nos gusta para que siempre sea bello.
ENTRE COMILLAS: “En Magangué hubo una sublevación civil que frenó cualquier capacidad de intimidación”. Marcelo Torres, Alcalde electo de Magangué.

*Poeta

elversionista@yahoo.es

Comentarios ()

 
  NOTICIAS RECOMENDADAS