Columna


Estereotipos

VANESSA ROSALES ALTAMAR

09 de octubre de 2010 12:00 AM

VANESSA ROSALES ALTAMAR

09 de octubre de 2010 12:00 AM

La revista Forbes publicó recientemente la lista de las 100 mujeres más poderosas del mundo. El icono de la cultura del entretenimiento y una de las mujeres más acaudaladas de Estados Unidos, Oprah Winfrey; la canciller alemana Ángela Merkel; la excéntrica Lady Gaga; la actriz y presentadora Ellen Degeneres –conocida, además, por su homosexualidad-; la autora de la serie de culto Crepúsculo; miembros de la Corte Suprema de Justicia estadounidense y directoras ejecutivas de empresas como Pepsi y Xerox, aparecen en la lista. Ésta la encabeza la primera dama estadounidense, Michelle Obama. Además de ser la esposa del primer presidente estadounidense de raza negra –y por ende en ser la primera dama de otra raza- la señora Obama ejerce muchos encantos sobre los medios masivos. Uno de ellos es su manera de vestir. Cuando lució diseños de Jason Wu, uno de los diseñadores más aclamados del momento, la señora Obama hacía una afirmación: atrás quedaba la estética acartonada de una primera dama que vestía sólo trajes de sastre en colores oscuros, monótonos y forzados. El espíritu de Michelle se manifestó en su vestuario: era fresco, más osado y sobre todo, de un estilo con el que muchísimas mujeres podían identificarse. La señora Obama es una mujer “de verdad”, sin cirugías, con sus años bien puestos, sus imperfecciones y su belleza al natural. No hay que interpretar que su único mérito provenga de vestirse muy a lo americano, con aires clásicos, prácticos y sabiendo hacerlo para cada ocasión, y hacerlo bien. A lo que voy con eso es al poder de la estética y la moda en el arte de ser mujer. La lista de las 100 mujeres más poderosas muestra que ocupan lugares de gran relevancia en el mundo de los negocios –de hecho, un profesor de finanzas de la Universidad de Oregon estipuló, a raíz de un estudio, que las mujeres juegan un rol primordial en el desvare que está atravesando la crisis de 2008- pero que la capacidad para ser influyentes también está en el ámbito de la estética. Es común que, debido a la frivolidad de la moda, se piense que la intelectualidad o la capacidad para ser una mujer pensante excluyan los intereses por las nimiedades estéticas. Que, al final de cuentas, no son nimias. Si hay algo bello de ser mujer es que, la mayoría, en todos sus tamaños y tipos, en todas sus clases y rangos sociales y económicos, se sienten inevitablemente atraídas hacia la belleza y el vestir. Tal vez puede ser una comparación burda, pero se podría decir que la moda es a las mujeres lo que los deportes son a los hombres. El meollo de esto está en los estereotipos. Pensar que una mujer con afición a la lectura, escritura y la reflexión, debe lucir rolliza, descuidada y fea, es una concepción retrógrada. Cuando Dior se inventó el Nuevo Look, cuando Mary Quant lanzó la minifalda y cuando Chanel impuso la soltura en la ropa, ésas eran todas declaraciones de feminidad. Corren otros tiempos y a la mujer de hoy, para mal y para bien, se caracteriza por cubrir muchos campos en donde la belleza y la intelectualidad no tienen que excluirse. Hay que tener la mente muy aguzada para comprender que detrás de las más aparentes banalidades, puede haber profundidad, bajo formas poco evidentes. *Historiadora, periodista, escritora rosalesaltamar@gmail.com

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