Columna


Estudiar en Cartagena, valor social

ILIANA RESTREPO HERNÁNDEZ

25 de mayo de 2012 12:00 AM

ILIANA RESTREPO HERNÁNDEZ

25 de mayo de 2012 12:00 AM

Estudiar fuera de Cartagena –en otras ciudades del país o en el exterior– y tomar distancia, aporta múltiples beneficios: abre el horizonte mental, se entra en contacto con otros entornos y culturas, enriquece el conocimiento, desarrolla la tolerancia y fortalece el espíritu crítico. Sin embargo, no todo es color de rosa; hay que considerar ciertos inconvenientes que no son tan evidentes.
Es común que quien estudia fuera no regrese. Se aleja desde edad temprana y no cuenta con la cercanía de sus padres durante ese proceso tan delicado que es el paso de la adolescencia a la adultez. Visitará la ciudad como turista y la conocerá poco. Sus amigos y sus intereses no estarán aquí y sus conocimientos no servirán a Cartagena. Son muy pocos los jóvenes que regresan después de haber pasado cuatro años fuera. Se arraigan, forman un hogar o consiguen trabajo y la ciudad pierde cerebros educados. 
Sorprende lo que expresan los pocos que regresan a trabajar o a terminar su profesión: se encuentran con una ciudad y un capital humano que no conocían. Se asombran de que Cartagena sea mucho más que el estrecho mundo donde pasaron su infancia y adolescencia y de que su gente sea mucho más valiosa de lo que pensaban o les habían inculcado.
Ha existido por años el prejuicio de que en la ciudad no hay universidades de buen nivel. Siguiendo el rebaño, se actúa sin reflexionar en las consecuencias. Los jóvenes buscan a toda costa liberarse del “yugo” del hogar y los padres, siguiendo su juego, se preguntan: “Si tantos se van, ¿por qué mi hijo no?”
Desde el área a mi cargo en la UTB, se promueve la internacionalización de los estudiantes, pero procurando evitar su desarraigo. Se han diseñado programas con múltiples universidades en diversos países que, a través de intercambios, dobles titulaciones o prácticas profesionales, les permitan viajar mientras continúan sus estudios en Cartagena. Que viajen, estudien y crezcan con las vivencias, pero que regresen.
No podemos aspirar a construir un capital humano sensible, con arraigo y sentido de pertenencia, si no fomentamos ni creemos en lo nuestro. Debemos construir entre todos instituciones educativas incluyentes que permitan a nuestros jóvenes convertirse en profesionales de éxito pero también en seres aptos para contribuir a desarrollar una ciudad en la que quepamos todos y se ofrezca un mejor mañana.
Se necesita del concurso de toda la ciudadanía y de la credibilidad y el apoyo de los padres de familia, de todas las capas de la sociedad, para que universidades con credenciales de excelencia, continúen creciendo con calidad. No debemos perpetuar la creencia de que la mejor opción es enviar a los hijos fuera. Imitemos a ciudades como Bogotá, Medellín o Barranquilla, que forman y arraigan su capital humano. Al dejar a sus hijos en la ciudad, contribuyen al crecimiento de sus instituciones. Éstas deben contar con un estudiantado diverso, que provenga de todos los estratos socioeconómicos. Existiría así menos discriminación, más tolerancia y una mirada más incluyente.
Debemos construir universidades donde la juventud, como en las grandes ciudades, se eduque inmersa en la diversidad, para construir esa Cartagena incluyente y dinámica que soñamos.

*Directora del Área de Internacionalización de la UTB

iliana.restrepo@gmail.com

Comentarios ()

 
  NOTICIAS RECOMENDADAS