El 26 de julio se cumplieron 60 años de la muerte de Evita Perón, uno de los mitos del siglo XX, quien murió a causa de un cáncer de útero a los 33 años.
Su vida fue una telenovela. María Eva Duarte, quien posteriormente fue conocida como Evita Perón, nació para ser nadie, pero por jugarretas del destino se convirtió en uno de los tres grandes mitos argentinos, junto a Gardel y al Che Guevara.
Esta carismática política, nació el 7 de mayo de 1919, en Los Toldos, provincia de Buenos Aires, hija de la unión irregular de Juan Duarte y Juana Ibarguren. Creció en medio de dificultades sociales y económicas. En 1935, emigró a Buenos Aires con el sueño de ser actriz, mientras lo lograba, trabajó como mesera, vendedora y se dice que también en algunas actividades “carnestoléndicas” con las entrepiernas. Por su tenacidad, logró incursionar en el teatro y en la radio. En enero de 1944, conoció a Juan Domingo Perón, en un festival en donde se recaudaba fondos, a quien conquistó con la frase “gracias por existir”. Tras hacerse amante de Perón, lo acompañó en su lucha política y cuando este en 1946 fue elegido presidente, Evita empezó la mayor actuación de su vida, la de ser una especie de santa que ayudaba a todos los desamparados. Para lo cual creó una especie de agencia de felicidad inmediata para los pobres a quienes les conseguía trabajo y les donaba: viviendas, alimentos, remedios, camas y ropa entre otras cosas.
Esta labor hizo que los menesterosos la adoraran y que la oposición la odiara y le dijeran trepadora resentida y otros “piropos”. Su portentosa labor caritativa, le sirvió al régimen peronista para ocultar la cara oscura de las persecuciones y torturas.
Evita tenía un brillante futuro político, pero el cáncer se interpuso en su camino. El día 26 de julio de 1952, a las 8 y 25 de la noche, el cardiólogo, Alberto Tarquini, quien le tomaba constantemente el pulso, miró a Juan Domingo Perón, dictador de la Argentina y le dijo lacónicamente “No existe pulso”, había fallecido Evita, de inmediato el régimen desarrolló una campaña para ensalzar la memoria de la ilustre desaparecida.
Parte del libreto fue embalsamarla, para lo cual esa misma noche, después que fue peinada por Julio Alcaraz, su peluquero personal, se la entregaron al mejor experto en esa época en esas lides, el anatomista español, Pedro Ara, ex profesor de la Universidad de Madrid, quien había sido contratado meses antes, desde cuando se columbró que el deceso de Evita era inevitable. El velorio duró dos semanas. A su sepelio, uno de los más grandes de la historia, asistieron más de dos millones de personas, no era para menos, ya que Evita era para los pobres una santa que se había ganado su amor con obras de caridad.
Desde entonces figura en la historia de la Argentina. Su figura despertó y despierta odios o amores intensos. Los pobres, los “grasitas” como ella los llamaba, la adoraban, para ellos era una santa digna de veneración, para la oligarquía porteña era una prostituta venida a mas y le endilgaron todos los sinónimos de puta para ofenderla. El día de su muerte millones de pobres la lloraron, pero en paralelo, sus enemigos pintaron las paredes con el grafiti de más mala leche que se conoce: “Viva el cáncer”.
*Directivo universitario. Miembro de la Academia de la Historia de Cartagena.
menrodster@gmail.com
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