Columna


FARC y ETA: vidas paralelas

REDACCIÓN COLOMBIA

13 de enero de 2011 12:00 AM

RICARDO SANTAMARÍA

13 de enero de 2011 12:00 AM

Esta semana el Jefe de Gobierno español, José Luis Zapatero, le dijo a ETA que no bastaba su oferta de cese al fuego unilateral: que tenían que renunciar a cualquier forma de violencia y que no habría diálogo con ellos. Y que la sociedad española esperaba su disolución.Algo similar ocurre con las FARC y el ELN en Colombia. Solo es concebible la paz con ellos cuando entreguen a los secuestrados, cesen toda violencia y reconozcan que el diálogo es para su desarme, desmovilización y reintegración a la vida civil.
Es el signo de los tiempos, diferente a hace una o dos décadas. ¿Qué cambio? El mundo cerró filas en torno a la consigna de cero tolerancia al terrorismo, luego del ataque a las Torres Gemelas en Nueva York (2001); a la bomba del Club El Nogal en Bogotá (2003); y a al atentado en la estación de tren de Atocha, en Madrid (2004). Así colmaron la copa de países azotados por la violencia loca de una minoría que solo se representa a sí misma. ¿O hay quien crea que las FARC son la vanguardia del cambio social? ¿O un actor serio contra el clientelismo? ¿O un ejemplo para transformar la sociedad?
En tanto que las FARC se convirtieron en el principal cartel de droga y secuestro, su discurso político cuando fueron la vanguardia armada del movimiento campesino, se esfumó en medio de su acción cobarde contra civiles inocentes.
También apareció la Corte Penal Internacional, en la cual los delitos de lesa humanidad, como el terrorismo, no prescriben ni tienen fronteras. Un delito de algún jefe guerrillero que eventualmente sea objeto de amnistía o indulto dentro de un proceso de paz, allí podrá ser investigado. Si este organismo persigue a un ex jefe de estado, como ocurrió con Pinochet, también podrá hacerlo con un ex jefe insurgente.
Un nuevo proceso de paz con las FARC al estilo Caguán (Gobierno Pastrana) es impensable. Políticamente las guerrillas no tienen legitimidad y militarmente pierden la batalla. En Colombia como en España, la sociedad les perdió el miedo. No estamos arrinconados por las FARC sino ellos por nosotros. Por el camino que van, correrán la suerte de Escobar, que perdió la batalla mucho antes de caer a manos de las autoridades, cuando puso bombas en aviones y centros comerciales: asustó a la sociedad pero no la doblegó.
Y no es que los problemas del país estén resueltos. Hay pobreza y corrupción rampantes, pero no se resuelven matando gente, sino eligiendo buenos gobernantes, castigando a los corruptos, arrebatándoles los órganos de control a los políticos. Tan patético resulta el jefe de las FARC, Alfonso Cano, repartiendo culpas en su último video, como cualquier político haciendo demagogia. Todos los males, según estos próceres autoproclamados, son responsabilidad de otros, pero quienes matan y roban son ellos.
Vendrá seguramente un nuevo proceso de paz con las FARC, pero en condiciones distintas. Bienvenido. Su norte será la desmovilización y desarme. Y no habrá concesiones políticas a una guerrilla a la que le pasó, en España como en Colombia, su cuarto de hora. FARC y ELN perdieron esa oportunidad con la Constituyente del 91. Se les ofreció voz y voto a cambio de su disolución y dijeron que no.

*Politólogo, periodista

rsantaria@gravitascomunicaciones.com

*Rotaremos este espacio entre distintos columnistas para dar cabida a una mayor variedad de opiniones.
 

Comentarios ()

 
  NOTICIAS RECOMENDADAS