Columna


Gasolina cara

RODOLFO SEGOVIA

31 de marzo de 2012 12:00 AM

RODOLFO SEGOVIA

31 de marzo de 2012 12:00 AM

El petróleo es rey. Ocupa el trono por ser un líquido. El carbón o el gas, para mencionar dos competidores, arden en sitio fijo; útiles para generar energía eléctrica o para calentar estáticos el fogón de la casa. El petróleo, en cambio, convertido en gasolina, se distribuye cómodamente por tubo y se expende sin trauma. Mejor aún, viaja contigo. Gracias a su alto contenido de energía por volumen, se almacena en el tanque del automóvil, el avión o el barco en marcha. Ventaja insustituible. 
Por otra parte, el empleo del petróleo en motores de explosión transformó la noción misma de libertad, un bien antiguo y precioso pero de reciente adquisición masiva por el ser humano. El petróleo, por ejemplo, ha permitido separar el lugar de habitación del sitio de trabajo para la mayor parte de la humanidad. Atado a la gleba no eran muchas las alternativas de vida. Para los del común, el petróleo comprimió distancias y añadió opciones.
En los tiempos de don Sancho Jimeno, el oro y la plata eran medios de intercambio y depósitos de valor casi universales, un poco como el petróleo hoy. La disponibilidad de metales preciosos multiplicó su utilidad, igual que el petróleo. Todo el mundo se daba por afortunado si encontraba vetas o placeres, tal como el petróleo. En 1697, don Sancho sabía que esas velas en el horizonte venían por el oro y la plata que Cartagena había acumulado durante más de un siglo de paz. Los depredadores del petróleo llegarían después. 
Desde 1973, la tendencia secular del petróleo ha sido la de encarecerse, no sin volatilidad. De cuando en vez los precios se desploman, pero no tardan en retomar el sendero alcista. No hay razones lógicas para pensar que ese comportamiento vaya a cambiar, por lo menos no a mediano plazo. El poder equilibrador de la oferta y la demanda se refleja en el precio. El petróleo no está a punto de agotarse, pero sí va siendo más costoso sacarlo de los hielos árticos y del fondo del océano hasta los pies de usted.   
Parroquialmente se oyen voces de protesta por el precio de la gasolina. Necios. Lo que no se transa por su costo de oportunidad internacional se desperdicia. Subsidiar el petróleo en Colombia disque porque ahora hay (no mucho) y se exporta es retreparse al perjudicial Tibet de Suramérica. Precios artificiales son espejismos de corto plazo que conducen a una mala asignación de recursos y a la ineficiencia.
Para los que les ha parecido hasta ahora irreverente hermanar libertad y petróleo e impopular el alza de precio, se les propone otro exabrupto: incrementar impuestos. En Colombia la mitad del valor de un galón de gasolina es su costo de oportunidad como si se exportara, el 22 % es aditivos y distribución y sólo un modesto 28% es gravamen. Hay que subirle. Es una tasa altamente progresiva puesto que el 10 % más rico consume y paga más; es un impuesto fácil de cobrar vía Ecopetrol (sin DIAN); es una bendición ecológica y un freno al carro que sale a pasear como si no costara; y podría substituir varios tributos perniciosos para el crecimiento económico. Arriba la gasolina.
 
rsegovia@axesat.com

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