Dicen, no sin cierto dejo clasista, los detractores del candidato a la Alcaldía de Cartagena, Campo Elías Terán Dix, que éste no está preparado para asumir un cargo tan alto.
Y la verdad es que no es necesario mucho esfuerzo para advertir las falencias intelectuales y profesionales del famoso locutor, lo que sus partidarios tratan de disfrazar con el argumento barato de que es una campaña del pueblo para el pueblo.
Campo Elías no está preparado para administrar esta ciudad, ni ninguna otra. Pero también es lamentablemente cierto que algunos de sus contrincantes tampoco lo están.
Puede que lleven muchos años protagonizando la gran película de la politiquería local, pero no están (¡nunca lo han estado!) preparados para trabajar por Cartagena. Corroborarlo es sencillo: sólo habría que mirar la postración social de la ciudad, sin que o parezca importarle a mucha gente.
Y es ahí cuando uno se pregunta, ¿de qué vale que ciertos politicastros tradicionales pisaran universidades, hecho postgrados, maestrías, doctorados y tengan la hoja de vida abultada con los cargos públicos ejercidos, si a la hora de gobernar, o de hacer funcionar un despacho público, lo que menos les preocupa es la ciudad de la que viven?
Desde ese punto de vista no existe mucha diferencia entre Campo Elías y algunos de sus contendores. Lo que sucede es que el locutor se hace notar porque ha manejado su campaña tal como hacía el radionoticiero: con la mamadera de gallo y la irresponsabilidad para referirse a ciertos asuntos, sobre todo los de suma importancia para los pobres, que él dice representar.
Por esa razón sus contrarios no se cansan de compararlo, insistiendo en que Sutano o Mengano están mejor preparados y tienen más experiencia. Pero, ¿qué es estar preparados? ¿Preparados para qué? ¿Experiencia en qué? Hasta ahora no se ha visto que los supuestamente “preparados” erradicaran la podredumbre que campea tranquilamente en todos los sectores de la ciudad. Y una cosa es tener experiencia en corrupción, y otra es tenerla en política, verdadera y sana política.
Unos días después de que Campo Elías anunciara su candidatura, un grupo de comunicadores me dijo que estaba dispuesto a apoyarlo, porque se trataba de un hombre del pueblo, un colega y un representante de la etnia afro. Pero resulta que Cartagena ha tenido politiqueros nacidos en las entrañas más profundas del pueblo, quienes, en cuanto llegaron al poder, lo primero que hicieron fue integrarse a la corruptela tradicional y, de paso, hacerle mucho daño a la ciudad.
No podemos otorgarle una responsabilidad tan grande a equis candidato con argumentos tan simples como que es negro y del pueblo. Cartagena no necesita más discusiones étnicas y populacheras, sino gente seria y con sinceros deseos de trabajar por todos. No se requiere más gente inteligente y preparada, pues la hay de sobra. Se necesitan personas de buen corazón, no importando de dónde ven-gan.
No niego que siempre he soñado con que del alma popular surja un alcalde que haya ejercido con eficacia desde presidente de una junta comunal hasta llegar al Palacio de la Aduana. Ojalá fuera un negro o un indígena. Pero ese que muchos estamos idealizando no es Campo Elías. Ni ninguno de sus competidores.
*Periodista
Ralvarez@eluniversal.com.co
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