Columna


Globo de Oro

CARLOS VILLALBA BUSTILLO

19 de febrero de 2012 12:00 AM

CARLOS VILLALBA BUSTILLO

19 de febrero de 2012 12:00 AM

Hace cuatro meses dijimos en esta columna que era preocupante el dato según el cual la bahía tenía cinco millones de metros cuadrados menos y la zona norte otro tanto, o más, y que se requería una acción preventiva más eficaz del Distrito y la Dimar para evitar que Cartagena se convirtiera en una piñata de adultos golosos.
¿Por qué no hay una labor coordinada entre la Dimar y las autoridades distritales?
La impresión que cualquier sujeto en sus cabales se lleva, tan pronto se informa de hechos que mortifican a la conciencia ciudadana, es la de que aquí se aprueban un plan de ordenamiento territorial y otras disposiciones de regulación urbana que son el hazmerreir de los “héroes” del sigilo. El Concejo, que citó esta semana al director de la Dimar y a la jefa de Planeación para un debate aclaratorio sobre el proyecto de Comfenalco en Crespo, resolló también después de caído el rayo, aunque por tardía que fue su reacción nos solazamos viendo que a sus pupitres llegaron diablos que venden cruces y reclaman justicia.
¿Quién tiene la razón? ¿La Dimar, cuando su director contó que había notificado al Distrito y a Comfenalco irregularidades en la edificación, pese a que las mediciones costeras son ahora diferentes porque la zona es muy dinámica? ¿O Comfenalco, cuando su director aseguró que la compañía “Los Corales” construyó sobre un bien comprado a la Sociedad de Mejoras Públicas y que la Dimar dijo antes que carecía de jurisdicción sobre ese lote?
El capitán Herrera dio una respuesta digna de un Globo de Oro al mejor director: que como la obra será un centro de prestación de servicios a la comunidad, cabe la figura de la concesión. Ex post facto, naturalmente. El gobierno distrital se limitó a destacar que la licencia de construcción fue autorizada por la Curaduría Urbana No 1, en el 2009, y que el ejercicio del control urbano corresponde a los alcaldes menores, en primera instancia.
No es extraño, entonces, que en un documento oficial del Departamento Nacional de Planeación, en el que se evalúa la gestión de las entidades territoriales durante el 2010, Cartagena aparezca en el último puesto, entre las capitales, y en el puesto 989 entre los 1.101 municipios del país. Quien no lo crea que lea el Índice de Desempeño Integral de los Municipios Colombianos. Esperemos el de 2011 a ver si mejoramos.
Nos libraremos del rezago si pedimos a Planeación Nacional, al Instituto Geográfico Agustín Codazzi, a la misma Dimar y a los Ministerios del Transporte y Ambiente, por ejemplo, que nos cuantifiquen el detrimento sufrido en bienes de uso público, zonas de bajamar y terrenos baldíos. Apostamos pesos a merengues a que ninguna otra capital o municipio, con los tierreros en primera fila, nos quita el campeonato nacional.
Algo debe pasar para que el berroche con las propiedades públicas, a ciencia y paciencia de los encargados de protegerlas, cese o se morigere. Sin bombas ni fusiles, a Cartagena le ha ido peor en sus espacios que a las aldeas montañesas de Vietnam y a los arrozales del Mekong. Relean a Graham Greene y estaremos de acuerdo.      
La caterva se desvencejó, las carabelas se largaron, ya el aceite viene en tulas y las radas se ahogan bajo tierra y estructuras.

*Columnista

carvibus@yahoo.es

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