Columna


Gloria incompleta

MARTHA AMOR OLAYA

22 de enero de 2011 12:00 AM

MARTHA AMOR OLAYA

22 de enero de 2011 12:00 AM

Dentro del programa oficial del festival hay una noche denominada “Colombia Mágica” cuyo concepto en las cuatro versiones anteriores había sido la integración de la música tradicional colombiana con la música clásica. Allí sonidos, ritmos, instrumentos autóctonos y música tradicional de nuestro país, se fusionaban, acompañaban y se interpretaban en formato sinfónico o viceversa, es decir, a lo clásico le daban un toque artesanal. Para muchos era un experimento exótico pero atractivo, pues resultaba admirable notar la capacidad interpretativa de los músicos, tanto de los clásicos haciendo folclor como tradicionales siguiendo piezas clásicas.
Este año, “Colombia Mágica” se limitó a presentar a Guafa trío y a Marta Gómez en su esencia natural, sin arreglos especiales en las composiciones y sin novedad en sus repertorios, eliminando de esta forma la apuesta creativa de otros años.
Las agrupaciones, ambas excepcionales, hicieron una presentación extraordinaria pero fueron un paréntesis dentro del Festival, como diríamos popularmente fueron las “moscas en leche”. Fue como si asistiéramos a un evento distinto, tanto que a esa misma hora el Festival programó la repetición de los conciertos Brandemburgueses en el Santa Clara, lo que además de restarles importancia a los colombianos, le restó público y reforzó la idea de estar de más y en el lugar equivocado.
Como estocada final para este desacierto, el director artístico Stephen Prutsman, en un acto considerado vanidoso y caprichoso por algunos de los presentes, abrió el concierto de “Colombia Mágica” con una genial interpretación de Noches de Cartagena en el piano, pero que implicó una espera de 20 minutos para sacar el instrumento del escenario (por una sola canción) e instalar el raider técnico de los artistas de la noche. En ese lapso, como para distraer la espera, tomó el micrófono y abandonando la solemnidad de su estirpe vimos a un Prutsman en función de animador de espectáculos. Con mal español pedía histerias al público, ovaciones y gritos en una interacción que más de confianza o de informalidad parecía de burla. Esto definitivamente sacó del Festival al público y a los artistas, quienes por sus calidades merecieron mejor suerte.
El Teatro Adolfo Mejía se sintió profanado. Los silencios, aplausos y la admiración que el público de la música clásica le procesa a cada presentación es muestra de respeto y buenos modales que contrastan abruptamente con lo solicitado por Prutsman, un músico de tal talante que reconoce y entiende la diferencia, por lo que extrañados le preguntamos a quién dirigió ese insulto.
Con este paréntesis, el festival fue maravilloso y como cartageneros nos honramos de ser sede permanente y tener el privilegio de vivir año tras año un evento que ha pensado en todo, en lo social, en lo formativo y además es incluyente y participativo. Esperamos que la sexta versión retome la integración de lo tradicional con lo clásico que le da al festival de Cartagena sello colombiano y valor a nuestra música. Así, la “Gloria” que traiga, será completa y esplendorosa.

*Directora UdeC radio

martha_amor@yahoo.com
 

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