Columna


Gobierno/ Oposición

ÓSCAR COLLAZOS

23 de julio de 2011 12:00 AM

ÓSCAR COLLAZOS

23 de julio de 2011 12:00 AM

Juan Manuel Santos consiguió sellar lo que llamó la Unidad Nacional y apuntaló su gobierno con mayorías parlamentarias superiores a las conseguidas por Uribe en 8 años. Quedaron fuera dos grupos: los Verdes y “el Polo.” Hoy queda apenas el último. Y eso, relativamente.
La Unidad Nacional es importante para Santos y sus proyectos de gobierno, pero no es sana para la democracia. Quiero decir: no es que no se pueda apoyar a Santos en algunas de sus iniciativas; es grave -para la democracia, no para el presidente- que su gobierno sólo tenga un lánguido 5% de oposición en el Congreso.
El Verde fue un partido de circunstancias, formado a base de coincidencias más éticas que programáticas. Ni siquiera fue un partido ambientalista o ecológico. Al unir en una sola propuesta a Mockus, Lucho Garzón, Sergio Fajardo y Enrique Peñalosa, consiguieron montarse en una ola independiente y antiuribista que reventó al encontrar el primer espolón: su derrota ante la candidatura de Santos.
No era fácil mantener la coherencia de esa alianza. En la foto había egos muy poderosos. El partido de los ex alcaldes acercó a un esquivo Fajardo al grupo, pero ya se sabía que el ex presidente Uribe se llevaría a Peñalosa. ¿Por qué? Porque Peñalosa quería volver a ser alcalde y esa garantía -ahora no tan fiable- se la daba el ex presidente Uribe Vélez.
Tras la derrota de 2010, los Verdes renunciaron a hacer oposición. Ni siquiera formalizaron un “gobierno en la sombra”. Le dieron la espalda al gran desafío ambiental creado por el auge de la minería legal e ilegal y las explotaciones madereras, por ejemplo. Los Verdes perdieron la posibilidad de convertirse en un partido de oposición que capitalizara el voto de opinión.
¿Y el Polo? Sigue siendo una débil oposición necesaria, aunque la más efectiva oposición la está haciendo contra su propia casa. El colosal escándalo de la administración Moreno Rojas; las disputas entre la vieja izquierda radical y la izquierda moderada, erosionaron al partido y propiciaron la salida de algunos de sus líderes más carismáticos, entre ellos Gustavo Petro.
Al fundirse en la Unidad Nacional de Santos, los Verdes evitaron disolverse en la melancolía de un mal sancocho. Quedó Antanas, casi patético en su soledad, pero ya sin la compañía de Fajardo, Lucho y Peñalosa, la quinta columna de Álvaro Uribe en un “partido” donde siempre fue como mosca en vaso de leche.
El Polo no se va a disolver. No es bueno para la democracia. Muchos militantes regionales y locales se tomarán la libertad individual de sumarse a cuanta candidatura los llame o ellos llamen. Primero, hacia el populismo, como empieza a verse en Cartagena.
Un sentido oportunista de “clase” y “etnia” está llevando a muchos “polistas” a pescar en candidaturas mal llamadas “populares”, financiadas sin embargo por grandes empresarios y políticos inescrupulosos. Como no quieren perder, apuestan por quien podría ganar. Estas “alianzas” y el hambre de pastel burocrático, practicadas en todo el país, acabarán de minar la consistencia del único partido de oposición que queda en Colombia.
NOTA: Se prohíbe la reproducción de este artículo en forma de afiche mural u otra modalidad de propaganda política sin autorización del autor.

*Escritor

salypicante@gmail.com
 

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