Al despectivo término andino gocetas, los del Caribe oponemos el de gozones, que quizás tiene más contenido y musicalidad. Para alcanzar el descanso y el deleite, es preciso ganárselo. No obstante hay quienes creen posible acceder al bienestar sin hacer nada. Otros, en cambio, se quedan con el trabajo como vicio, deporte y hobby. Son adictos a la dificultad.
En los eventos sociales, algunos poseídos por la mística del trabajo, no pueden evitar aburridos comentarios sobre exitosos episodios económicos que contienen experiencias propias y ajenas. Errores de otros, así como aciertos y chispazos propios “dignos de admirar”.
Lo del maná que cayó del cielo no convence. Si sucedió alguna vez, al día siguiente especularon con la abundancia, aun cuando esta no ha propiciado tan buenos negocios como la escasez. La estrategia del cavernícola originó un sistema con aquello de: “Para tener más, otro debe tener menos”.
Parece que estamos programados para buscar lo que ha de causarnos placer, y evitar lo que nos produce dolor. Desde el amanecer de los tiempos habían encontrado la felicidad en una serenidad anímica, muy distinta al placer (Hedoné) en el sentido tradicional. Epicuro ha tenido influencia sustantiva al recomendar el goce y los placeres. Sus reflexiones fueron tan luminosas como criticadas por santurrones que confunden tristeza con sabiduría.
Pero hay placeres que, dicho en términos familiares, “no compensan”. No son elegibles algunos goces cuando traen una molestia mayor. También hay placeres de carácter secundario. Aquellos donde el proceso de eliminación del dolor culmina en placer. Tiene gran aceptación la teoría, en cierto modo optimista, que concibe el placer como estado natural de los seres vivos, y el dolor como algo que rompe la armonía del ser. Los franceses llamaban la joie de vivre, clave de una verdadera filosofía del goce.
Los gozones ejercemos, pero también reflexionamos sobre el tema. Rechazamos la irresponsable actitud de vivir un mundo de placeres sin alegría.
El placer de tener éxito y aceptación social; el placer sexual; el de comer hasta hartarse; la euforia que producen báquicas jornadas. Hay pasiones que no producen mayor desarrollo y fortaleza, sino, al contrario, una invalidez humana. El placer del hedonismo radical. La satisfacción en la sociedad contemporánea suele producir excitación, pero no alegría. La falta de goce obliga a algunos, a buscar placeres siempre nuevos, cada vez más excitantes, cada vez más peligrosos.
El deseo de felicidad y su atenuación para convertirlo en “cultura” no es un hecho de naturaleza exclusivamente biológica o psíquica. Todo lo instintivo tiende al placer y la tensión que produce una necesidad solo puede resolverse con su satisfacción, aun cuando algunos disfruten la frugalidad y la continencia.
A los costeños del Caribe nos endilgan la feliz condición de tributarios del placer. No entienden que apenas somos alegres, entusiastas y espontáneos. Solamente un psicópata preferiría padecer en vez de disfrutar. No obstante hemos llegado, entre satisfacciones y abstinencias, a eso de matar el tiempo. Nos sentimos estúpidamente felices cuando ha terminado un día más, mientras los incendios del ocaso nos recuerdan que es un día menos.
*Abogado, Ex Gobernador de Bolívar y Ex parlamentario.
augustobeltran@yahoo.com
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