Columna


Iatrogenia

SARA MARCELA BOZZI ANDERSON

01 de marzo de 2011 12:00 AM

SARA MARCELA BOZZI ANDERSON

01 de marzo de 2011 12:00 AM

En la mayoría de los congresos que se realizan anualmente en todos los rincones del mundo, se habla de los éxitos obtenidos por algún método nuevo, y nunca se asumen con humildad los errores. Es por ello que el médico cirujano Hernando Espinosa París propuso en el XIX Congreso Nacional de Cirujanos Colombianos, que se expusieran también de manera clara, las consecuencias a veces desastrosas, que sus actos han desencadenado en el paciente.
El doctor Espinosa París, casado con la querida enfermera y gestora cultural Dorothy Johnson, nos dejó prematuramente poco antes de culminar el siglo pasado. Amó su profesión con el amor y la dedicación de un artista a su arte. Caballero cabal, recorrió el mundo en busca del saber. Esposo y padre ejemplar. Profesor de Cirugía de la Universidad de Cartagena. Fue maestro de las ciencias médicas, y un amigo sincero y leal.
Era un hombre de vasta cultura, destacado en la historia de la filosofía y las bellas artes. Políglota. Como bogotano, fue labrador de la tierra, como cartagenero, fue amante de los deportes marinos. Entre sus ejecutorias más importantes, está la fundación del Hospital Bocagrande, de Cartagena.
La palabra “Iatrogenia”, viene del griego Iatros, que quiere decir medicina, médico o curación, y de gennam, que significaría ocasionar un error. La Iatrogenia puede darse por la falta de un interrogatorio adecuado por parte del médico, que a veces habla con ligereza con su paciente, no le mira a la cara, ni le transmite seguridad.
Con toda sinceridad, el doctor Espinosa París relató en un congreso que “tuve que vivir un penoso episodio de una paciente que sobrevivió a un cáncer del cuello del útero y 20 años después hizo un Guillian-Barré del cual se recuperó. Posteriormente presentó una úlcera péptica y como si fuera poco, una artritis severa. Le indiqué fisioterapia, pero sus recursos monetarios no se lo permitían y, sabiendo que vivía frente al mar, le recomendé hacer ejercicios en el agua, infortunadamente olvidé preguntarle si sabía nadar. Lo ignoraba y murió ahogada”.
Hoy, es asombroso el avance de la medicina con rayos láser, por ejemplo, pero abundan los casos de Iatrogenia. Como el de los médicos que se quejan de su situación económica en momentos en que su paciente le expresa el dolor que siente en alguna parte de su cuerpo.
Debido a la famosa “letra de médico”, los doctores confunden a los farmaceutas, los pacientes y las enfermeras, como por ejemplo cuando recomiendan “noval”, que es un antiácido, en vez de “noral”, que es un anticonceptivo. Esa letra enredada es la que hace inútiles a algunas historias clínicas, evoluciones, y conceptos médicos.
Por eso me inspiran una gran ternura los médicos del pasado que aprendieron a manejar la máquina de escribir Olivetti, en pleno consultorio, o los que hoy manejan a la perfección un flamante computador, con todos sus juguetes.
Creo firmemente, que todos los seres humanos podemos cometer errores. Lo importante es aprender de esas experiencias. Pero lo único que un médico nunca debe desbaratar es la esperanza en sus pacientes. Pues la vida nos ha demostrado muchas veces, que ese diagnóstico le corresponde a Dios.

*Directora Unicarta.

saramarcelabozzi@hotmail.com
 

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