Columna


Ilusión inmobiliaria

REDACCIÓN MUNDO

21 de julio de 2011 12:00 AM

MILY FOENG VERGEL

21 de julio de 2011 12:00 AM

En las últimas semanas, el humorista gráfico Aleix Saló ha dado mucho de qué hablar con su historia “Españistán”. El video ha arrasado en Youtube, recibiendo unas 2 millones de visitas en la primera semana.En las últimas semanas, el humorista gráfico Aleix Saló ha dado mucho de qué hablar con su historia “Españistán”. El video ha arrasado en Youtube, recibiendo unas 2 millones de visitas en la primera semana. El corto satiriza la crisis económica en España y arremete contra constructores, banqueros y gobernantes, ni siquiera Walt Disney se salva.
Pero pese a su tono irreverente, ilustra de forma sencilla la realidad triste de millones de jóvenes en esa nación, que pasaron de obtener buenos ingresos en la construcción a depender de un subsidio y de instituciones de beneficencia para comer. Hace unos años la sociedad les planteó el dilema de seguir estudiando o incorporarse al exitoso mercado inmobiliario, cobrando sueldos superiores a los de casi cualquier profesional universitario. Por supuesto, el Gobierno defendía el modelo de crecimiento económico basado en la expansión inmobiliaria como camino a la riqueza y el bienestar, incentivando la demanda por mano de obra. El problema, al estallar la crisis, es que ahora hay millones de jóvenes que no terminaron estudios secundarios, formados únicamente para trabajar en una industria que ya no existe.
La burbuja no se previo, o más bien, no se quiso reconocer la severidad del problema en medio de esa falsa ilusión de crecimiento basada en la deuda. Pero quizás el asunto va mas allá, puede estar relacionado con la cultura de gastar y gastar, y si no tengo con qué, uso crédito. Y no solo sucede en España, sino en todo mercado libre, basado en una sociedad de consumo ambiciosa.
Es una crisis de valores, pero sólo lo vemos en momentos difíciles. El modelo económico pareciera no funcionar en beneficio de la población; hoy se trata del lucro, más que en resolver problemas y necesidades reales. “¿Necesitas más cuerda? Toma Café” (sabiendo los perjuicios de su consumo excesivo), es un ejemplo cercano. Trabajamos para tener más, pero tenemos jóvenes desmotivados y niños con padres ausentes demasiado ocupados trabajando para darles “bienestar”. ¿No será que en vez de tantas cosas solo necesitan tiempo y buenos consejos? No, no hay tiempo para ver, para pensar, para dormir una semana larga, como diría Facundo Cabral, y sobre todo, para ser feliz.
Peor aún, esta pérdida de valores crea otro tipo de esclavitud, como las denuncias del CNN Freedom Project, los celulares que financian conflictos armados en África o el chico que vendió su riñón por un IPad. Y más reciente, “The News of the World”, que llama la atención sobre el poder de los medios de comunicación y la ética del periodismo. Claro, como consumidores sólo nos damos cuenta cuando hay un escándalo, el resto del tiempo es un tema ajeno.
¿Y el Estado? Parece que el libre mercado ha menguado su rol como garante del bienestar general de la sociedad. Sus políticas aparentan priorizar al mando de turno y a las grandes corporaciones, sobre todo después de la crisis mundial en 2008 (y aun no hay soluciones concretas). Tal vez por eso algunos siguen estando a favor de las monarquías, que dicen garantizar la gobernabilidad y promueven la unidad nacional por encima de las tendencias políticas, pero ese es otro tema.

 

*Egresada UTB

 

milyfv28@gmail.com
 

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