Las cifras que da a conocer el Ministerio de Educación Nacional sobre deserción en la universidad dejan perplejo a cualquiera.
Los reveladores datos últimamente divulgados nos dicen que el 45,3% de los estudiantes que ingresan a la educación superior, desertan por múltiples motivos entre los cuales se encuentran: mala preparación del bachillerato, falta de comprensión de lectura, inadecuada elección de los programas y problemas económicos.
De acuerdo con esto, es fácil observar que el esfuerzo de capacitación que hace el país no cuenta con las suficientes herramientas que le permitan asegurar la efectividad de sus inversiones en un campo tan vital como es el de la educación, sector llamado a apalancar el desarrollo del país en todas sus manifestaciones.
El balance de este resultado tiene que ser, además del desperdicio inaudito de recursos, el de una población pobremente capacitada que no está en condiciones de atender los requerimientos del aparato productivo, que para ser competitivo tiene que acreditar cada día un mayor conocimiento, de tal manera que le permita cumplir con las expectativas de eficiencia y eficacia, como instrumentos imprescindibles para asumir los retos de la competitividad.
A todo esto cabe anotar las deficiencias que se experimentan para incrementar el manejo de otra lengua, el difícil acceso a la tecnología, la falta de profesores de alto nivel (con Maestría o doctorado) y la poca capacidad para desarrollar investigación dentro de los claustros universitarios.
Cumplir con las expectativas de la educación constituye una tarea bastante ardua y difícil, que no puede estar basada en políticas de momento, sino de largo plazo y apalancadas con un músculo financiero que brinde la oportunidad de ejecutar las enormes inversiones que se requieren en este campo.
Educar no es tarea fácil, ni instrumento sencillo. Si no está presente una enorme voluntad política que imponga políticas y allegue recursos, todo lo que se diga será simple retórica, que a lo único que contribuirá, será a que el mal que se padece tome nuevas vertientes de deterioro. Y ello tendrá su impacto inmediato en atraso y en disminución de la calidad de vida de los habitantes, por la falta de oportunidades para poder encontrar un desarrollo productivo durante su ciclo vital.
A todo ello, es necesario también convocar a los directivos de las distintas instituciones de educación superior, para que diseñen sistemas de apoyo a los estudiantes con dificultades, para que estos puedan contar con estímulos que les permitan superar sus problemas en el aprendizaje, de tal forma que su presencia en las aulas universitarias no se convierta en un tormento que los lleve a la frustración y a la expulsión del sistema, sino a que se conviertan en parte incluyente dentro de la gama de oportunidades para superar sus deficiencias.
Si se reconocen las debilidades de nuestro esquema educativo, es imperioso trabajar sobre el diseño de herramientas que permitan superar las deficiencias que el mismo proceso y el mismo sistema se han encargado de impulsar de manera errática y de seguro perversa.
Este es un buen momento para la reflexión y para la rectificación, pues existen recursos económicos significativos provenientes de la bonanza minero-energética y qué mejor alternativa de inversión que esta, llamada a ser la base fundamental para la proyección del desarrollo de largo plazo.
edgo01@hotmail.com
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