Columna


Indiferencia

PANTALEÓN NARVÁEZ ARRIETA

07 de octubre de 2011 12:00 AM

PANTALEÓN NARVÁEZ ARRIETA

07 de octubre de 2011 12:00 AM

La directora del ICBF volvió a quejarse porque los contratistas encargados de ali-mentar a los escolares insisten en ponerles en la mesa raciones sin nutrientes. Parece que la noticia no conmovió a la comunidad. Tam-poco a las autoridades. El contrato continúa ejecutándose, como si lo denunciado no constituyera un incumplimiento y un engaño que afecta a los infantes. Tal vez  interpreta-mos que la bondad del programa no está en aminorar la desnutrición que ellos padecen, sino en mitigar su hambre. Por eso aupamos que los proveedores obtengan el lucro pleno aunque simulen satisfacer lo que acordaron.
Pero las noticias que la semana pasada in-volucraron a niños afectados por la indolencia sobre su suerte también se originaron en otros lares. En Barranquilla difundieron que hubo que atender a dos infantes que sufrieron fracturas y raspaduras luego de que se volcara el camión en el que viajaban. Iban sentados, a pesar de la prohibición de transportar perso-nas por fuera de la cabina, sobre los frag-mentos de metales puestos en la chaza para ser descargados en una chatarrería. Ello, sin embargo, no llamó la atención de la Policía, que solo apareció cuando la tragedia se había consumado.
Los sucesos, aunque ocurrieron en pue-blos distanciados, reafirman nuestro hábito de transgredir las vedas que protegen a quie-nes están en desventaja, sobre todo cuando pertenecen a estratos a los que se les subsidia. Por eso el bienestar de los párvulos de barria-das no nos interesa. Creemos no sólo que la publicidad para defenderlos es mensaje para oír y desobedecer, sino que las normas y pro-gramas para ampararlos no nos vinculan. En este contexto las autoridades marcan el de-rrotero cuando dejan de sancionar a pesar de haber establecido la ocurrencia de la infrac-ción y a su autor.
No faltará quien me desmienta, trayendo a cuento las indignación y preocupación ex-presadas por Nohora Valentina Muñoz Gu-tiérrez, cuyo paradero, al momento de redac-tar esta nota, todavía se desconoce. Este, a pe-sar de ser un vejamen que repudio, se con-vierte en la evidencia de la diferencia con que aquí valoramos las situaciones que alteran la tranquilidad o la salud de los niños. Mientras de ella se informa minuto a minuto desde la casa de su padre y entrevistan a su abuela, en los comedores escolares los nutrientes no apa-recen y los transportadores mantienen a me-nores en su sequito de coteros.
Como si las infracciones pudieran desco-nocerse o minimizarse cuando se ponen en peligro los niños de las barriadas, cuyas vidas dependen más del azar que de la seguridad que las autoridades brinden, porque, ni si-quiera las campañas para la prevención de enfermedades, como lo informó El Meridia-no de Sucre en su edición del 3 de octubre, alcanzan una cobertura que garantice por lo menos evitar que haya lisiados o muertos por contagios provocados por virus que se neu-tralizan aplicando vacunas, todo porque no se dispone de recursos o no se cuenta con los técnicos.
Frente a estos atropellos, uno puede pre-decir la reacción de las autoridades: indife-rencia. Parece que consideran que los niños y jóvenes de las barriadas no merecen ser aten-didos, que su oportunidad está en realizar, por casualidad, una proeza. Sólo así ocuparse de ellos dará prestigio.

*Abogado y profesor universitario.

noelatierra@hotmail.com

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