Columna


Jaime Díaz Quintero

LACYDES CORTÉS

03 de julio de 2011 12:00 AM

LACYDES CORTÉS

03 de julio de 2011 12:00 AM

“La vida es como una sombra, una sombra que pasa como el actor que se pasea y desgañita sobre las tablas y luego desaparece sin que se vuelva a saber nada de él Así es la vida: un cuento contado por un idiota con mucha rabia y algarabía ,pero que no significa nada”.
Shakespeare, Macbeth, Acto V., Esc v

Para que con el difunto Jaime Díaz Quintero no suceda lo que dice Shakespeare, propongo que, así como se dio el nombre del pintor Pierre Daguet a un salón de la Escuela de Bellas Artes de Cartagena de Indias, también se dé el nombre del actor y dramaturgo desaparecido a otro salón de la misma institución, adornado con un busto suyo hecho por los alumnos de escultura. No me parece difícil. Basta que la rectora Sacra Nader reúna al Consejo Directivo y le proponga la idea. Con seguridad que sería acogida por unanimidad. Al acto inaugural se debería invitar especialmente al Ministro de Cultura, para ver si se obtiene un apoyo decidido para el arte en todas sus manifestaciones.
Yo no podría decir que fui amigo de Jaime Díaz Quintero, sino que nos conocíamos y teníamos el uno por el otro un mutuo respeto y una recíproca estima. Nos saludábamos cortés y caballerosamente cuando nos cruzábamos en el Centro, pero nunca nos sentamos a conversar ni hicimos una tertulia. Yo sabía de sus actividades de homme de théatre y lo admiraba, tanto más cuanto que en este medio las personas de nuestra clase que se dedican a la cultura no la tienen fácil. Yo tengo la impresión de que nuestros artistas no viven bien. Debo decir sin malicia ni segundas intenciones que la apariencia de Jaime fue  algo que siempre me intrigó. Parecía una figura griega de los tiempos de Sófocles. Confieso que a mí personalmente me impresionaba mucho. Lástima que no se hubiera hecho una máscara mortuoria, que habría podido servir de logotipo a la sección de teatro de la Escuela de Bellas Artes. Su aspecto tenía algo trágico y conmovedor, sobre todo cuando enfermó y encaneció prematuramente. Me imagino que quienes lo conocieron bien y lo trataban de cerca, debieron experimentar una extraña sensación de frustración y desencanto al verlo decaer antes de tiempo, sin haber dado todo de sí ¡Salve post mortem!     
Me parece que la sociedad cartagenera no supo aprovechar el talento de Jaime Díaz Quintero. De haberlo apoyado como se lo merecía, hubiésemos tenido aquí una época de florecimiento del teatro y quizá se habría podido institucionalizar en Cartagena un festival nacional e internacional, como ya hay un festival de cine y un festival de música clásica. Huelga decir que el arte debe ser para el disfrute de todos, no de una élite selecta. El arte es el mejor antídoto contra la descomposición social: el teatro, la música, la danza y la pintura, aprendidas desde pequeños, sana el alma y libera el espíritu. Claro que al arte hay que invertirle muchos recursos, ya sea por parte del Estado o de la sociedad civil, como en otros países. Sin apoyo económico y financiero no se llega lejos. Sólo unos cuantos –muy pocos– logran superar la coyunda de la pobreza y proyectar su talento, cuando podrían ser una pléyade.
¡Ojalá cambien las cosas para bien de todos!                                                      

lacydescortes@hotmail.com
 

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